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    Amar, beber y cantar
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    Amar, beber y cantar

    El falso testamento de Alain Resnais

    por Carlos Losilla

    Puestas una al lado de la otra, la primera y la última película de Alain Resnais apenas parecen tener nada que ver. Mientras Hiroshima mon amour (1959) era un severo relato experimental sobre la memoria y la barbarie, Amar, comer y beber (2014) se ciñe a la voluptuosa teatralidad que el cineasta practicó en los últimos años de su carrera. De hecho, su filmografía podría dividirse en dos partes no antagónicas, pero sí disímiles. La primera contiene obras maestras como El año pasado en Marienbad, Muriel, Je t’aime, je t’aime, La guerra ha terminado o Providence, claramente emparentadas con las películas de otros autores básicos de aquel momento, pongamos Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni. La segunda se pasea por títulos igualmente imprescindibles al estilo de Smoking / No Smoking, I Want to Go Home, La Vie est un Roman, Les Herbes Folles o la anterior a la que nos ocupa, Vous n’avez enconre rien vu, y construye tramas más cercanas a la comedia coral, siempre con un toque de sofisticada, ligerísima gravedad.

    Hay, pues, un Resnais “moderno”, muy de los 60-70, y un Resnais “contemporáneo”, más cercano a la reflexión sobre la narración cinematográfica y el sentido que tienen hoy en día, que también practican cineastas mucho más jóvenes desde los 90, de Wong Kar-wai a Miguel Gomes. Sin embargo, hay también algo que une ambas tendencias: tanto el primer como el segundo Resnais se muestran preocupados por el modo en que el cine puede llegar a la esencia de la realidad, por los mecanismos que utiliza inconscientemente para ocultarla. Y, en este sentido, Amar, beber y cantar puede que no sea una culminación, ni una respuesta a las preguntas que siempre se ha planteado el cine de Resnais (que quedan sin responder, como todas las preguntas que merecen realmente la pena), pero sí descubre algo fundamental: lo que importa es insistir, enfrentarse una y otra vez a esas cuestiones, aunque el tono empleado parezca cada vez más ligero e incluso absurdo.

    En efecto, esta vez se trata de actores y actrices, de gentes del espectáculo, como en Vous n’avez encore rien vu. Pero el teatro queda fuera de campo, y la obra que deben interpretar no aparece nunca en pantalla. Por el contrario, vemos sus reflejos, sus ecos y reverberaciones, en los encuentros y desencuentros de una serie de personajes que tienen que ver con ella y que intentan forzarla para adaptarla a lo que están viviendo en ese momento, la enfermedad terminal de un amigo. La base, como en Smoking / No Smoking y Asuntos privados en lugares públicos, es una obra teatral del autor inglés Alan Ayckbourn. Y Resnais la aborda como si se tratara de una comedia estilizada y artificiosa, como si todos vivieran en el interior de una ficción que no saben muy bien si identificar con lo que conocen como “vida” o tomar como punto de partida para un replanteamiento de eso a lo que llamamos “cotidianeidad”. Los decorados son irreales, las interpretaciones rozan voluntariamente el amaneramiento, las escenas se presentan como tales, como si la existencia estuviera hecha de momentos que no vivimos, sino que fingimos, y el resultado es un juguete de funcionamiento inextricable que acaba resultando a la vez gozoso e inquietante, como si no tuviera solución. En cualquier caso, la única solución, la única respuesta es la toma de conciencia de que vivimos en un sueño que nunca sabremos interpretar, como sucedía ya en el drama barroco o como sintetizó Freud. Exactamente igual que les sucedía a los personajes de Hiroshima mon amour o El año pasado en Marienbad, los primeros largos de Resnais, empeñados en escarbar en su pasado para encontrarle un sentido. Pues, miren ustedes por dónde, Resnais ha estado haciendo siempre la misma película.

    A favor: Su atrevimiento, su originalidad radical, ese toque que hace que podamos decir inmediatamente que estamos ante una película del último Resnais.

    En contra: Que sigamos queriendo compararla con sus primeros trabajos, como ya ha ocurrido otras veces en su filmografía a partir de los años 90.

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