"Todos tenemos la obligación de ser felices", remate de sabiduría ancestral conclusiva y ¡se queda tan ancho!, ¿va en serio o me está tomando el pelo?, porque si ya fue cansino y patético ver a Julia Roberts largarse a la India en su "Come, reza, ama" para dárselas de espiritual y descubrirse a si misma, no te digo este Mr. Bean psiquiatra que tiene que dar la vuelta al mundo para descubrir ¡la felicidad de amar y ser amado!; y, esa es otra, ¿por qué siempre hay que viajar al viejo Oriente, en este caso la China, para encontrarse y comunicarse con la esencia de uno mismo?, ¿para hallar el divino secreto y tesoro de una existencia pródiga y próspera?, ¿no te vale el monte que hay cerca de tu casa, la montaña que rodea tu ciudad o el parque donde sacas a pasear al perro?, que yo sepa la puesta de sol es la misma para todo el planeta, tu espíritu no te abandona y puedes dialogar con él cuando quieras y te ahorras el agotamiento, estrés y asfixia que supone pasar horas, minutos y segundos ¡en el aeropuerto!, o ¡es que lo que no pueden pagarse esta payasada de turismo planetario, en plan alquimista para ser revelado que la felicidad ya estaba en nuestras manos, nunca hallarán tan magnífica verdad a pregunta tan reveladora?
Este misticismo de tendencia asceta que busca la respuesta a los grandes interrogantes de la vida y del ser humano cansa, agota y roza el esperpento humillante para un espectador que observa a este charlot, libreta en mano sin bolígrafo en el bolsillo, transcurrir por esta odisea aventurera como un Tintín poco perspicaz/nada sabueso en busca de candidatos aspirantes a Buda que tira los dados, experimenta, avanza a la siguiente casilla y, de oca en oca/tiro porque me toca pues, ni el más lelo de los creativos podría superar la tontería, memez y trivialidad de sus sucesos, encuentros, personajes diversos y unión fantasmal de todo ello que roza el insulto, la ñoñería y la ridiculez.
Planteamiento: crisis personal, laboral y emocional; se enciende la bombilla de la ocurrencia: necesito viajar para sanear mi interior/enriquecer mi exterior..., vale, tiene un pase pero, a partir de ahí, el muñeco pelota, que rebota y vuelve a rodar como partida caótica de pin ball, se mueve entre capitalista de hoteles de lujo y don dinero a sherpas tibetanos cuya espiritualidad posee enseñanza divina siempre con ilustrados y elocuentes consejos sobre la fortuna, felicidad y bonanza -se ve, que allí, se está más cerca del espíritu santo o que el whatsapp directo a él ¡nunca falla!- para pasar a jugar a médicos sin frontera en África, adornada con amigo narco y secuestro por vándalos asesinos-terroristas que le da un toque exclusivo de iluminación subliminal por hallarse a las puertas de la iracunda muerte, de ahí a los Ángeles a reencontrarse con su idealizada novia de antaño y, por fin, pruebas mentales de laboratorio, con casco psicodélico incluido, que le liberan de su aprisionamiento sentimental, opresión agónica de no poder encarar ni expresar sus emociones y, descubrimos..., que la máxima felicidad, según escaner cerebral, es ¡de color ámbar!; me repito, ¿me están tomando el pelo?
Podemos tirarle la culpa de esta pantomina que ni estimula ni da vidilla, de irrisorio argumento-peor guión, a la novela de François Lelord en la cual se basa pero, ¡es que ni el bufón de la corte del Rey Arturo puede competir con este galimatías de circo de mucho ruido y apenas gracias!, más bien ofensa por la ópera alocada de un desvalido Jaimito en excursión del cole, representación cómica de chiste sin humor ni salero, frescura cargante rellena de sentencias trascendentales del tipo..."el dinero da la felicidad, la felicidad puede ser amar a más de una mujer a la vez, a veces la felicidad depende de no conocer toda la historia, evitar la infelicidad no es encontrar la felicidad, la felicidad es encontrar tu vocación, la felicidad es amar quien soy..." que mejor me ahorro el comentario pues tanta felicidad colapsa mis oídos, turba mi apetencia y apaga mi interés.
Burla de entretenimiento banal e infantil que igual recrea irse de fiesta de la mejor Ibiza loca, con puta incluida, a ser adalid y héroe de los más desfavorecidos a alegría de despertar de una ensoñación del pasado para volver a casa a meterse en la cama con su olvidada novia y..., en serio, más te valdría leer un cómic, ¡disfrutarás y te divertirás más!
Héctor, tu nimiedad de triste viaje para descubrir el secreto de la felicidad me ha costado un cabreo, el dinero de la entrada y un malestar por la desfachatez recibida que aún dura, ¡un poco más de rigor, sustancia o lo que sea que no sea apología de la tontería y banalidad!
"Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks...", sabio Sabina, ¡qué razón teníais!
¡Animadversión total!