En una de las primeras escenas de la película podemos ver a un joven Chris Kyle pegarse en el patio del colegio con el matón de turno para defender a su hermano pequeño. Más tarde, en casa, su padre le dice que en este mundo hay tres tipo de personas: “ovejas, lobos y los perros pastor” y que deben asegurarse de estar en el grupo correcto. Una escena que nos prepara para lo que está por venir, años más tarde, cuando Kyle ve en las noticias como las embajadas de su país están siendo atacadas tiene muy claro en qué grupo quiere estar y centra su vida en defender a su país, sin titubear ni pararse en cuestiones morales. Ha sido entrenado para defender a sus hombres y no duda en disparar cuando ve que están en peligro, sean sus víctimas mujeres o niños, están en guerra y ese es su trabajo, en ese sentido el mensaje de Eastwood es claro y directo. Lo que atormenta al protagonista no es la gente que ha matado, sino los compañeros que no ha podido salvar.
La historia se mueve entre las misiones en Irak y los periodos de descanso en casa, con su familia, donde podemos ver como a Kyle le cuesta adaptarse a la vida civil y sufre de estrés postraumático, esto es lo más parecido a implicaciones morales que se plantean en la trama, pero el mensaje de Eastwood va más en la línea de humanizar a un héroe de guerra, un patriota comprometido, soldado pero también padre de familia y, de paso, mitificar una guerra, mostrando una imagen muy suave del conflicto con toda la propaganda patriótica tan del gusto del público estadounidense. A pesar de todo, El francotirador no es una película que muestre una violencia excesiva, son las escenas típicas de una trama bélica, rodadas con precisión y mucha tensión.[...]
Al margen de la polémica y que la historia evita los temas más turbios de la guerra, Clint Eastwood nos deja el retrato de un hombre contradictorio en una película de acción sólida, con una buena dirección de actores, buen ritmo a pesar de las dos horas y cuarto de duración y un impactante final.