Un americano en París
por Xavi Sánchez PonsDesde hace unos cuantos años la faceta como guionista y productor del Luc Besson está dando algunas de las películas de acción más sanamente disparatadas y descerebradas del género. La lista, de aúpa, tiene más de un título a reivindicar: El Beso del dragón, Transporter, Taken, Colombiana, Desde París Con Amor…; filmes donde la pirotecnia visual y la violencia de cómic se dan la mano con resultados notables. Viendo estos antecedentes se esperaba mucho de Tres días para matar, cinta donde el cineasta francés cuenta con la ayuda de McG (Los ángeles de Charlie, TerminatorSalvation) tras las cámaras, otro devoto del cine de acción de coreografías increíbles y espíritu festivo. El resultado de tal asociación es una, sorpresa, contenida película de acción, que se sirve del género para armar una historia sobre una familia rota que acaba encontrando el equilibrio.
Lo nuevo del director norteamericano parte de una premisa loca digna del John Woo de Misión Imposible 2 y Cara a cara. Un veterano agente de la CIA (Kevin Costner) con un cáncer cerebral terminal acepta, a cambio de un suero mágico que le permite alargar su esperanza de vida, una última misión. Un suero cuyos efectos secundarios se combaten a base de vodka (sí, han leído bien). A partir de ahí, y consciente de su estado, el personaje interpretado por Costner intenta hacer las paces y reconducir la relación con su hija, a la que apenas conoce, y su ex-mujer. Tres días para matar es la historia de un padre que intenta conciliar la vida familiar con la profesional.
El resultado de tal mezcolanza (acción, comedia, drama familiar) es una criatura de Frankenstein que funciona por momentos pero que no acaba de resultar redonda al no saber fundir bien todos esos ingredientes. Y es que aunque no lo parezca a primera vista, la nueva propuesta de Besson y McG es arriesgada, e intenta insuflar nuevos aires al género a base de jugar con las expectativas del espectador. Ese es el activo más interesante de Tres días para matar, un experimento detrás de una aparente película convencional, que, ojo, se puede disfrutar con una buena bolsa de palomitas en la mano.
Lo mejor: Amber Heard y su personaje de cómic
Lo peor: su excesivo metraje