Un clásico entre el género de las comedias dramáticas de las reuniones familiares, con su camino sabido de memoria y repetido en todas ellas, una nueva versión de la reciente "Agosto" o de una más anterior "A casa por vacaciones" de Jodi Foster y Holly Hunter, que siempre resultan cálidas, divertidas en sus momentos puntuales, tierna en otros, apagada e inerte en sus recesos, con mucho cliché y estereotipos y, que en conjunto, transfieren una sensación de acogida grata y abrazo complaciente pues es de visión sencilla, afinidad querida y un cariño tenue y espontáneo que surge sin esfuerzo y que te hace quererlas a pesar de sus carencias, repeticiones, ausencias imaginativas y poca originalidad.
Siempre encabeza el guión el hijo más sereno -un sobrio y maduro Jason Bateman que sostiene a todo el conjunto- que ante un suceso familiar -a escoger entre boda, funeral, acción de gracias...- acude al hogar familiar para encontrarse con su abandonada y dispersa familia y pasar, por obligación no voluntaria, unos días con ellos.
Los personajes siempre tienen que estar en una situación personal amarga, triste y delicada, estropicio que se extiende a la relación y convivencia de unos con otros.
Empezamos la marcha que se inicia con las fingidas buenas formas, recogimiento social educado que da lugar al estallido abrumador, la explosión de adrenalina emocional, el caos y enfrentamiento de las verdades dichas y las rencillas descubiertas, la escena de tormenta suprema de descontrol y atropello que precede y da lugar a la calma, recogimiento y amor de unos por otros para reponer sus destrozadas vidas y seguir adelante con una sonrisa y satisfacción plena.
El hijo mayor se quedó e hizo cargo del negocio familiar, el malcriado pequeño que es disfuncional en todas sus impetuosas decisiones, encontrarse con el primer amor, revivir el calor parental, recuerdos añejos de vivencia efímera, breve inmadurez aún presente, problemas de trabajo, desastre de matrimonio, duda existencial, camaradería de hermanos, la oportuna mención al sexo y sus derivados, alguna risa o lágrima distribuidas a la par, ternura desorden y vorágine..., y todo lo que se quiera pues todas siguen el mismo patrón y cuentan con los mismos evidentes personajes de movimientos de clarividencia adivina, ensalada mixta a la que puedes añadir el ingrediente que quieras que se adapta con facilidad y encaja sin problemas.
Cómoda en su percepción, amena en su recorrido, la parte débil corresponde al personaje de la madre y la interpretación de Jane Fonda intentando repetir su protagonismo de "La madre del novio", la parte más locuaz y consistente recae en la pareja de hermanos del medio, una sensible Tina Fey que refuerza al susodicho actor-director de orquesta que sostiene con elegancia y esmero todo el teatro representado y, en general, un lugar llamado hogar de argumento ingenuo muchas veces visto que buca amenizar con ligereza, sin grandes suturas, de guión consabido de memoria cuya exclusividad depende de su arte y gracia para plasmar lo ya supuesto, y una dirección sin complicaciones para relatar el estilo americano de familia y sus secuelas; nosotros tenemos a Almodóvar, ¿no?
Suelen tener gracia y simpatía en su reflejo, efecto de bienvenida confortable que suele sentar bien a pesar de la evidencia clara de sus "peros" -también debe haber un conformismo de exigencia leve por tu parte para salir contento y agradecido-, simple, llana y entretenida por espacios alternos de ligereza obvia sirve como tentempié suave de un día relajado o un imprevisto apaño rápido y suave de otro caótico.
¡No le busques tres pies al gato!