Del amor a la fe
por Violeta KovacsicsLa semana pasada se estrenaba 'Paraíso: amor', y, en unos días, llegará a nuestras pantallas 'Paraíso: esperanza'. Ahora nos ocupa la segunda parte de esta trilogía dirigida por Ulrich Seidl: 'Paraíso: fe', que no desentona con las otras dos películas: su puesta en escena es rigurosa, amante de las simetrías y de buscar la sorna a través de las formas.
Ligadas entre sí mediante un fino hilo narrativo (las tres protagonistas están emparentadas), las tres películas suponen un relato crudo y desesperanzador. Sin duda, la más extrema de ellas es este 'Paraíso: fe', en la que Seidl sigue a una mujer religiosa que ve como su marido musulmán y en silla de ruedas regresa a casa. Todo en la película resulta radical: la presentación de la protagonista, que va de puerta en puerta con una imagen de la virgen; las reuniones para rezar; el regreso del marido, que se empeña en que duerman juntos; el choque entre una creencia y otra. Y todo está filmado a la manera de Seidl, con encuadres medidos, simétricos, largos y reiterativos. En el fondo, todo está dispuesto para un crescendo, para que los cambios en la rutina del personaje se puedan evidenciar.
Si Seidl plantea una película en la que todo resulta extremo y en la que todos los personajes son radicales (en sus creencias), cuyo final no puede ser más que la explosión de todo lo contenido anteriormente. En este sentido, 'Fe' se asemeja más a 'Amor' que a 'Esperanza'. Una fiesta pasada de vueltas en una habitación de hotel y las reacciones airadas de la protagonista en su propia casa suponen la culminación de cada una de las dos películas, sendos finales cargados de mala baba. Tan sólo hay un pero: que estas tres películas de Seidl lleguen tarde y con el calor. Son cintas que sofocan por si mismas, que deben ser vistas con tiempo entre cada visionado, para digerir su carga crítica.
A favor: Que su puesta en escena medida no la exima de un crescendo final.
En contra: El momento de su estreno.