Mi cuenta
    Spider-Man: Homecoming
    Críticas
    5,0
    Obra maestra
    Spider-Man: Homecoming

    Cuestión de tiempo

    por Manuel Piñón

    En una de las escenas climáticas de Spider-man: Homecoming, el héroe está encima, no dentro, encima de un avión. Sólo él puede evitar que se estrelle contra el skyline neoyorquino. En otra vida, hace 16 años, cuando Spider-Man tenía la cara de Tobey Maguire y Sam Raimi movía los hilos, se suprimió una escena en la que el trepamuros atrapaba en su telaraña el helicóptero de unos criminales. Entre las dos torres del World Trade Center. Afortunadamente, en 2017 ya hay una generación de espectadores que contemple a Tom Holland, el nuevo Spidey, desviar el avión –¡no me digas que esto es un spoiler, por favor!– sin sentir el pánico post 11-S.

    Este pequeño milagro lo ha obrado el tiempo. Y el tiempo es también el ingrediente que convierte Spider-man: Homecoming en el filme más estimulante que podría esperarse tras siete películas, tres franquicias, dos reboots y una sensación compartida de hartazgo, melancolía y anhelo incumplido. ¿Por qué no podía Peter Parker / Spider-man balancearse en el Universo Marvel con el resto de Vengadores? Había un montón de villanos, a veces hasta tres por película, un par de novias incluso, pero… ¿por qué no podía venir a ayudarle alguna vez la Viuda Negra o Thor?

    La respuesta es que había que esperar al momento adecuado. Básicamente a que Sony, propietarios de los derechos del personaje, se dieran cuenta de que a este chaval le picó una araña, no le mordió un gato radioactivo, y que ya no podían inventarle más vidas. También a que Marvel aceptase que no podían continuar expandiendo su universo superheroico sin afrontar la ausencia clamorosa del personaje más carismático de la editorial. Con el acuerdo entre ambos estudios sólo faltaba que Tony Stark cursase la invitación. El veterano mostrando el camino al novato, permitiéndole que interfiera, trastee e incluso torpedee su cronología y la del resto de sus compañeros. Peter Parker nunca fue un extraño. Este tiempo de héroes también era el suyo. Sólo estaba esperando una llamada.

    Ya era hora también de que alguien escuchara las súplicas de los espectadores: no hay historia de origen que explique cómo consiguió sus poderes –¿cuáles son exactamente?–, dónde están sus padres –pregúntenle a Marc Webb, tenía algunas ideas locas al respecto– o qué demonios le pasó al tío Ben –¡ni una mención! BIEN–. En esa línea, todo lo relacionado con el Buitre es un acierto. El personaje que interpreta Michael Keaton tiene ocho años para convertirse en una amenaza real y no un paranoico brotado, así como para protagonizar el segundo giro villanesco más interesante de la Marvelografía: lo siento, el premio lo sigue conservando el Mandarín de Ben Kingsley en Iron Man 3. La escena del coche camino de la fiesta en el instituto es un cruce imposible entre Freaks and Geeks y De repente un extraño. No es de extrañar que aquella serie saliera uno de los guionistas de esta película, John Francis Daley, y que en aquel psychothriller doméstico Keaton fuera el malo.

    Y también el timing. Excelente fue en su presentación en sociedad en Capitán América: Civil War e igualmente brillante lo es ahora. Es la primera vez que el personaje hace gala de su sentido más importante. No es el arácnido, sino el del humor. Incluso J.K. Simmons, que fue John Jonah Jameson, director colérico del Daily Bugle, antes que profesor colérico de batería, no tendría más remedio que aceptar que el de Holland sí es el tempo adecuado. 

    A favor: Spider-Man como nunca lo viste y como siempre lo soñaste: plenamente integrado en el Universo Marvel. El personaje ha venido al espacio/tiempo en el que siempre debió estar.

    En contra: Que hayan tenido que pasar 15 años para que Peter Parker realmente parezca y se comporte como un chaval de 15 años.

    ¿Quieres leer más críticas?
    Back to Top