Ciento cincuenta sombras como vacua y sosa alternativa de melodramático entretenimiento
Antes de empezar, sincerémonos: Me gustó la primera película, lo siento. Aquí las justificaciones, pido comprensión. Estaba en mi plena adolescencia, en esa época rozaba los quince años y había un verdadero placer en violar la clasificación por edades, ingresar a hurtadillas en las salas para ver filmes clasificados R se convirtió en una peligrosa obsesión, lo que provocaba que, en cierto grado, perdiera la objetividad evaluando una película, soportando el valor agregado del buzz enorme y un desafiante y siempre interesante desfase entre crítica y público. Fue tal el grado de chifladura que, al final del día, termine leyendo una versión virtual del libro, yo, un joven colombiano de 14 años ingiriendo las sexistas y perjudiciales aventuras románticas de Christian Grey y Anastasia Steele, sintiendo una vergonzosa satisfacción al jactarme entre mi círculo social de haber leído y visto la primera historia del bestseller, llegando incluso al punto de ser la película escogida para inaugurar mi propia base de datos sobre mis favoritos proyectos cinematográficos: tener en mi ordenador portátil un carpeta de archivos rotulada con “Fifty Shades of Grey” en donde yacen registros en taquilla, cada poster publicitario, cada critica, cada entrevista escrita o en video, cada composición del score, cada persona involucrada en su realización; es triste, decepcionante e ignominioso mirar atrás, percatarme y aceptar la gran, gran equivocación al seleccionarla como la afortunada. Solo han pasado tres años, pero fue tiempo suficiente para regresar a la realidad y remover de mis ojos ese fabricado filtro de belleza sobrepuesto en este tipo de historias, las cuales, objetivamente, considero como un fascinante golpe en taquilla y una eficaz estrategia de marketing disfrazando soft-porn en la lasciva y exagerada experiencia que venden los adelantos, no obstante, más allá de sus sugestivas y capciosas campañas publicitarias, su sobrecogedora recepción comercial y su bailable soundtrack contemporáneo poco o nada puede ser extraído de las adaptaciones de la trilogía de E.L. James. Y aún más valido es si se pone el ojo crítico sobre la más reciente y “ultima” entrega de este gusto culposo— si se desea, omita el gusto —, pues “Freed”, de nuevo dirigida por James Foley, provee ayuda milimétricamente correcta ante el dolor de cabeza que significó “Darker”, así pues lo hace mediante mecanismos un poco más realistas, no obstante, continúan sobrepasándose en el melodrama y la incoherencia argumental. El filme traiciona sus sentidos de manera voluntaria y lo peor es que no les importa en lo absoluto, Universal sabe que, cinematográficamente hablando, esta franquicia no es más que— como decía el multimillonario protagonista —flores y corazones, suspiros de sociedades “maduras” que se traducen, maquinalmente, en signos pesos. Son evidentes sus ansias de dinero situando lo más cerca posible la una de la otra, incluso llegando a filmar de corrido la segunda y tercera parte con el fin de no perder tiempo desconectando al público (presa) del producto (cazador), se nota el pobre intereses puesto en buscar nuevas miradas luego del espantoso traspié que fue la secuela, ellos sencillamente lo quieren más grande, hipotéticamente más provocativo, pomposo, incompetente y sintético, y lo han logrado.
Desde un punto de vista neutral y reconociendo los estándares de calidad exageradamente bajos, se podría decir que la franquicia ha venido de más a menos, un declive que ha tocado fondo. Aunque la primera entrada contaba con el beneficio de la duda ante aquellos que percibían las páginas de E.L. James como un toxico veneno literario, asimismo, visualmente lucia aceptable e inclusive atractivo, agregándole el sorpresivo auge que le acarrearon artistas como The Weeknd, Sia, Beyoncé y Ellie Goulding gracias al triunfo comercial de los hits pop pertenecientes al soundtrack de la película, y además pisaba terreno virgen para el estudio al ser una de las primeras obras en materializar una polarizante práctica sexual (BDSM) “sin tabú alguno”, sí, esto debe discutirse cuando únicamente enmarcan los senos de la protagonista ¿una ligereza robustecida por una clasificación por edades que limitaba los ingresos?. Un conjunto de factores que aseguraban un magnetismo casi que general en la audiencia frente a la idea, ya que terminó su andadura por los teatros con una friolera de $571 millones de dólares. Dos años después apareció “Darker”, y todas las ínfimas posibles expectativas se esfumaron. Solo unos pocos eran los mano dura que esperaban con esperanza una secuela mejor realizada y estructurada, su servidor incluido, sin embargo, unas pocas tomas correctas y el éxito musical que recayó sobre ZAYN y Taylor Swift con “I Don’t Wanna Live Forever” fueron los dos únicos componentes salvables de otro patético y novelesco embrollo amoroso que, en lo personal, sirvió como señal definitiva para entender que esta continuación romántica era un de las peores en la historia del cine, y efectivamente lo fue. Hoy, llega a las salas el bendito clímax de nuevo de la mano del mega-estudio Universal Pictures, en el cual las cosas se edulcoran en exceso, pues de ser una historia sobre la maduración sexual— evento que nunca sucede en realidad —entre un millonario y una estudiante de literatura se convierte en una historia sobre los problemas habituales post-matrimoniales de un hombre dominante y una mujer ahora empoderada que desea tener hijos pero no dejar de coger “duro” con su marido, nada sugestivo, un dolor de cabeza con nuevos niveles de afrenta para un gran estudio de cine.
Es posible definir la incongruencia, incompetencia, absurdidad, pedantería y sosería del guion en una línea de dos palabras, la cual es parafraseada por la gran actriz Dakota Johnson mediante, tristemente, el rol que le dio reconocimiento mundial. Tal afirmación tiene lugar en las escenas iniciales del filme, en donde desean festejar a lo grande un importante acontecimiento, y es desprendida de los labios del personaje con tanto descaro que resulta ofensivo:” ¿Es tuyo?” (Está hablando de un jet privado con dos agentes de seguridad asomándose en las puertas). ¿Qué? Como es posible que tras un año y medio de compartir cama, un sueldo envidiable y una recaudación de casi un billón de dólares no sepa que debe dejar de decir idioteces, es su esposo ahora, ¿acaso no sabes que tiene montañas de dinero?, con esta sola frase, este filme provocó en mí la supresión de una evaluación seria y rígida, por lo tanto, simplemente me senté a capturar metedura de pata por metedura de pata desde la iluminación de la pantalla hasta el surgimiento de los créditos, milagrosamente sobreviví. Y es que las situaciones son odiosamente sintéticas dado que la misma película contradice sus convicciones, pues otorga vano poder a una mujer, que segundos más tarde, está atada a los fríos barrotes de una cama, siendo castigada con la privación sexual de su esposo, creo que no es el prototipo de historia que movimientos feministas solicitan ahora mismo, nadie quiere ver una película que predique una cosa y practique otra, una jugada de puro marketing que no puede llegar a ser aceptada. Así como muchos de los productos audiovisuales insatisfactorios de la actualidad, el guion pretende dotar de una especie de artificial empoderamiento femenino a Anastasia, sin embargo, la plasticidad de esto no dura mucho debido al pobre e incongruente material de trabajo que Johnson recibe: ¿En qué momento Anastasia Steele se convierte en Vin Diesel dentro del oneroso coche de Christian?. La fallida adquisición de poder femenino se ve empeorado por una lesiva mescolanza de géneros, tendencia presente en demasía en la caótica segunda parte. Tendrás que padecer una historia de amor, maduración, acción, secuestro, un thriller, una comedia barata y, en resumen, de un miserable y cómico caldo de cultivo de géneros de las maneras menos eficaces concebidas por Hollywood. Absurdos destinos manan del guion como pan caliente, aquí otro de ellos: Christian cela, injustificadamente, a su esposa con un escritor con “presencia” que discute posibles contratos en la firma de la mujer, no obstante, contemplando su obsesiva y maniática celopatía, le contrata a un apuesto guardaespaldas que fácilmente podría ser aquel que le quite a su amada de su lado, ósea, ¿Qué? ¿Tiene esto algo de lógico? Pese a que no hay accidentes aéreos, jefes acosadores, chicas suicidas o “amigas” mayores; sí que hay jugadas increíblemente insoportables que derivan de temas tan ricos como la responsabilidad, el matrimonio y la maternidad.
Normalmente, en mis opiniones hablo de las actuaciones de manera positiva, es decir, en caso de que tal componente no sea un punto fuerte en el filme a tratar opto por omitirlo, sin embargo, frecuentemente las evalúo puesto que forman parte fundamental del conjunto armónico que deben componer al largometraje. Con sospechada anticipación, “Freed” ha roto la regla. Estoy dispuesto a afirmar, con el mayor respeto y humildad, que Jamie Dornan, Eric Johnson y el cast restante, salvo Dakota, interpretan de manera pésima a personajes pésimos, por lo menos, eso guarda coherencia. Es inaudito ver las escenas iniciales y percibir instantáneamente la carencia de naturalidad y estimación hacia la producción en las interpretaciones, no hay alma ni chispa, están inmotivadas y desprovistas de cualquier dinámica o potencial, lucen como trabajos primerizos de actores universitarios, es terriblemente inaceptable. Asimismo, el protagonista nunca pierde esa mirada de preocupación o ese fruncimiento de ceño cuando alguna fatua vicisitud surge en el guion, jamás supimos de cuales “cincuenta” sombras nos han hablado por más de tres horas, sencillamente parece ser un eye-candy y poco más. Dakota Johnson es la única que impregna, a medias, algo de hechizo a su personaje. Está bien, es tierna, ingenua e innecesariamente sumisa, pero Johnson conoce cómo dar vuelta a la carta y conseguir que el espectador intente aceptar sus motivaciones, suceso que nunca llega a pasar. Cabe destacar que “Freed” juega un rol parecido al que operó “Dunkirk” para el cantante y compositor británico Harry Styles o “Mudbound” para Mary J. Blige, la diferencia radical es que Rita Ora ni a los talones les alcanza a llegar con un papel de pasatiempo. Una damisela en apuros que debe verse perjudicada por un estúpido villano no le sirve de nada a esta multifacética mujer para exhibir todo su talento, pero al menos, en comparación al resto de personajes, llorando amordazada en una silla supera a muchos de sus compañeros.
Es farragoso y delicado hablar de esto debido a su naturaleza pero es un asunto que discutir: las escenas sexuales. No es un secreto que para muchos espectadores el principal móvil que los incita a asistir a un teatro es la curiosidad de ver, rodeado de un considerable número de personas, a una pareja manteniendo peculiares relaciones eróticas, actos íntimos que son retratados en la pantalla mucho más suavizados que las explicitas y subidas de tono descripciones de la autora en los libros. En una tina, en la casa de su hermana, salones rojos, negros, carros o camas, cualquier lugar cliché y codiciadísimo tendrá el vergonzoso ADN de “Freed”. Artísticamente, tampoco son un proeza de arte, tomas que se enfocan en la boca jadeante de Anastasia o en la espalda musculosa de Christian, secuencias arrítmicas en las que se puede sentir la falta de feeling entre la pareja de actores, y es que si bien Dornan afirma que se aseguraba de hacer reír a su co-estrella en este tipo de escenas, creo que quedo registrado en el corte final. Las grandes posibilidades que producían el BDSM y la mente sadista del protagonista aumentaban el rango de creatividades, sin embargo, consoladores y una cuchara de helado es lo único que se obtiene del “clímax cinematográfico que no te puedes perder” — por favor, leer el contenido dentro de las comillas una con voz profunda y cautivante. —
Tampoco tiene mucho de que alardear en términos visuales. De los fríos paisajes de Seattle a lujosos espacios cerrados, la película toma lugar, casi en su totalidad, en la ciudad y en habitaciones gravosas, pues solo un par de escenas son grabadas en un bosque. Aun predominan los colores metálicos y simplemente se vislumbra al inicio la predominancia de un bello blanco, contraste necesario del constante negro. En resumidas cuentas, visualmente, esperen ver una y otra vez los senos de Johnson y los mismos zapatos negros que Christian lleva en dos escenas.
Probablemente lo mejor librado de todo este padecimiento: un acompañamiento sonoro que esta fantástico. Y no hablamos del trabajo realizado por Danny Elfman, consuetudinario de la franquicia, nos referimos nuevamente a los éxitos pop de artistas como Julia Michaels, Hailee Steinfeld o Rita ora y Liam Payne que componen parte de un score que se convertirá en la próxima lista de reproducción para los millennials, sus sonidos electrónicos y bailables brindan una especie de tono desenfadado a las escenas, lo triste aquí es que incluso dichas canciones son insertadas en las partes incorrectas, es decir, no existe cohesión alguna entre la armonía de la canción y el timing del momento, además, hay unas que son realmente mal gastadas gracias a introducciones falsamente ingeniosas.
Christian cerrando la puerta de su cuarto rojo en la cara de su público es una cínica muestra de la poca importancia que el público exigente significó para esta franquicia. Ver a mujeres y hombres entrar a la sala de cine vestidos como novia y novio refleja el alcance que logró el producto de Universal en, posiblemente, la mayoría de fans de los libros y las películas, no obstante, el grupo contrario, los desilusionados y/o los detractores, tendrán que conformarse con un final muy al cierre que tuvo la saga “The Hunger Games” — con escena y todo casi que calcada —, que concluye la historia tan mal como la desarrolló. “Fifty Shades Freed” de James Foley por fin deja libre esta gallinita de huevos de oro, adiós a amores melodramáticos y decisiones de guion bobaliconas, atrás quedaron esos tiempos oscuros, ha llegado la luz no solamente para el protagonista, también para el público. En el mini-resumen exhibido por el propio filme en el tercer acto, muestran el decaimiento abismal que sufrió, sencillamente para concluir con un final tan estereotipado como la propia obra. Una hueso al que ya no hubo qué más roer, Universal Pictures debe tener el corazón roto este San Valentín, pues su gran amor, ese amante que le entregaba cantidades exorbitantes de dinero, se ha ido para nunca más volver, o eso dicen.