Un dúctil artificio dominical que destroza las promesas de su suasoria caja de empaque
Arte es la actividad o producto realizado del fruto de las habilidades que conserva un fuerte propósito artístico y comunicativo, una idea propia materializada mediante diferentes recursos predispuestos por el ser humano que termina influyendo en el pensamiento del otro, una manera de expresar, una manera de manifestar. A lo largo de los años, la evolución del hombre ha suscitado la emersión de dispares disciplinas, guiadas siempre por la concepción estética sobrepuesta por la época, que se establecieron como las Artes, oficialmente enumeradas por Ricciotto Canudo en 1911; la danza, la música o la poesía constituyen una reservada lista de expresiones enfocadas en la exhibición del pensamiento personal como respuesta a los acontecimientos del mundo, cada una de estas intervenidas, por supuesto, por las percepciones y estilos del artista, situando así a la originalidad, imaginación y creatividad como instrumentos cardinales. Dentro de esta prodigiosa serie de actos se encuentra la que, personalmente, considero la madre de todas las artes: el cine, claramente. El séptimo arte, como muchos lo llaman, es capaz de acompasar cada una de las artes difundidas por los sentidos humanos, este consigue albergar movimientos, narraciones, colores y melodías por medio de imágenes y sonidos. Precisamente, un producto audio-(sonido, audición) visual (visión) representa el molde perfecto, uno en el que cada individuo adquiere el rol de emisor y receptor. Desde su nacimiento el 28 de diciembre de 1895 de la mano de los hermanos Lumière hasta mi última proyección el 28 de diciembre de 2018 han trascurrido 123 años de historias, biografías, relatos, amores y decepciones, traiciones y lealtades, sorpresas y hechizos; anales cinematográficos levantados por las óperas primas, debuts, secuelas, trilogías o octologias de diferentes hombres y mujeres que proyectan, semanalmente, miradas intimas en millones de pantallas alrededor del mundo, confeccionando un abanico de universos que han escrito, oficialmente, la tan polémica Historia del Cine. Llegados a este punto, hoy en día, se pone en manifiesto la dificultad de cada estreno que llega a las salas en agregar algo fructíferamente novedoso al libro del celuloide. Más de la mitad de ellos resultan en cintas promedios o nimiamente nefastas, siendo tan solo una pequeña minoría las que logran inscribirse, por lo menos, en los titulares dorados de lo mejor del año, he aquí el germen actor: la carencia de originalidad. Este problema, tan comentado por su servidor, afectó y sigue afectando las mentes creativas de Hollywood, la potencia cinematográfica que estando al borde del abismo, opta por reutilizar, literalmente, propuestas del pasado, maquillándolas con nuevas caras para conseguir un nuevo público que muestre interés por ver más de lo mismo, entonces, ¿Llegaremos al punto en que se instauren una única serie de historias base sobre la que los miles de cineastas trabajen? Roguemos porque no, roguemos por no más reciclaje de ideas.
Dentro del caldo de cultivo que se ha trasformado el cine de Norte América, yace la adaptación, el remake, el reboot y la continuación; “Jumanji: Welcome to the Jungle” bebe de las cuatro perjudicantes categorías. Un hibrido que se convierte en adaptación del mítico libro de referencia, en reinico del legado y mitología de la historia de los 90, en reboot o actualización de la época y costumbres en los que se desarrolla la historia, en continuación al plantear una trama contemporánea mediante un fascinante giro, e incluso alcanza a coquetear con el homenaje en ciertos fragmentos que veneran a la cinta de hace veintidós años. Con polémicas y detractores, mas ideas no ejemplares nacen, desesperadamente, con los estudios líderes como patrocinadores, mientras, silenciosa y paulatinamente, los pequeños estudios indie se consagran en ser de aquella minoría.
Jake Kasdan dirige, la que se insinúa, es la patada de inicio para una indebida saga de historias que, conforme los resultados en taquilla— que se auguran favorables —, tendrán la posibilidad de aterrizar en años venideros. Básicamente, la mitología se conserva, un mítico juego de mesa en el que cada tiro significa un vuelco drástico en el mundo real de los jugadores, no obstante, la variable de la declarada secuela invierte las reglas, se cimenta en que las transportación de los jugadores dentro del juego— ahora cassettes de videojuegos —, personificados por las estrellas más sexis, hilarantes y solicitadas de la actualidad. Hasta ahí, todo pinta interesante y potencialmente funcional, sin embargo, a este juego le hacen falta piezas. El guion empieza a flaquear apenas se presenta a la nueva tanda de jugadores, unos muchachos de preparatoria que caen perfectamente en las estereotipadas casillas juveniles, solamente, para verterlos en los clónicos personajes del cine moderno. Aunque la cinta se toma su tiempo presentando a los cuatro jóvenes protagonistas, nunca se congenia en totalidad con ninguno de ellos debido a un pésimo y cliché esbozo de personajes, sus actitudes caen en los aborrecibles lugares comunes y terminan en esos mismos puntos. Cabe resaltar el alto nivel de predictibilidad que presenta el guion, es posible anticiparse a cada movimiento que la historia ejecutara, además, agregándole una pobre química y conexión entre el cuarteto de los personajes. En el primer acto, hay una encuadre en el que los cuatro se encuentran sentados en consecución esperando su castigo, sin embargo, hay una silla vacía, abriendo la oportunidad para presagiar la aparición súbita del personaje que se convertiría en el comic relief, pero no, nunca es silla vacía hasta la mitad del metraje, al menos, un pizca de subversión. Tampoco se debe esperar algún tipo de identificación con los platicos avatares dentro del juego, igualmente encasillados en los roles de fuerza, inteligencia, beldad y estupidez; ni con un antagonista por el que salen y entran cuan insecto asqueroso pase por la mente. Sí, el filme sabe construir efímeras situaciones en donde la vis comica de cada una de ellos sale a relucir, no obstante, nunca llega ni a acariciar las cotas emotivas, humorísticas e incluso siniestras del largometraje dirigido por Joe Johnston, en donde veíamos a una recién llegada Kirsten Dunst junto al ya maestro Robin Williams. Es indiscutible que gracias al célebre y famoso cast, liderado por el siempre hilarante Jack Black, la historia se mantiene de pie y consigue estirar un ritmo dinámico y cinético hasta mas no dar, no obstante, lo hace a través de una odiosa predictibilidad argumental y unos visuales que no emplean la cantidad de posibilidades en sus manos, aun cuando la mayoría de sus locaciones sean reales (Hawái) y sus efectos especiales de mediano nivel. Como es costumbre en este tipo de propuestas, se percatan los síntomas que vuelven al filme tan caótico como las situaciones que exhibe. El primero y principal desencadenante es el número de guionistas, cuatro escritores proponiendo y riendo en una mesa ejecutiva mientras preparan un coctel de momentos dramáticos y cómicos tan desigualmente funcionales como necesariamente ocurrentes. Chris McKenna, el hombre detrás de “Spider-Man: Homecoming” y “The LEGO Batman Movie”— dos de las joyas de superhéroes del año —, fue el responsable de delinear la historia global, pero por lo visto, parece haber depositado todas sus fuerzas en sus anteriores trabajos. Apoyándose ingeniosa y respetuosamente en el mundo de los juegos de video, la trama central sigue una estructura tradicional y no brinda extrañezas eminentes que deberían ser la llave de salvación para esta clase de obras, aquellas que se levantan más en el humor de situación que en el humor de la historia como tal. Como punto a favor, una astuta y sutil jugada entorno al trasfondo de video juego, los guionistas dieron con la ingeniosa formula de volcar las introducciones argumentales o las diferentes configuraciones de un juego de consola de video con una finalidad, por supuesto, narrativa y parodiadora, sin embargo, muchos de esas situaciones funcionan acertadamente, aun cuando el filme está plagada de las mismas.
“Jumanji: Welcome to the Jungle” de Jake Kasdan reúne a tres de las estrellas cómicas del momento, una gran actriz escocesa y un ex integrante de los Jonas Brothers para entregar entretenimiento fílmico gratuito mediante las dosis exactas de nostalgia y contenido nuevo, desprovista de cualquier gota de verdadera originalidad, pero rebosante en diversión y humor que sigue los procedimientos adecuados de las películas de su género típicas de los mega-estudios. Una simpática propuesta para cerrar un año de sorpresivo cine de justa calidad, por lo tanto, simplemente se queda en eso, en un pasatiempo correcto y admisible, no algo realmente sustancioso. Una jugada más en el lucrativo juego Hollywoodense. Un juego, simplemente eso.