El submarino amarillo
por Suso AiraQue unos secundarios te roben una película entra dentro de lo normal; que lo hagan en dos películas ya denota algo más. Eso es lo que hicieron estos amarillos seres alocados y atolondrados, los minions, en el díptico donde Gru (villano favorito reconvertido en padre y amante) se suponía que era el absoluto protagonista. Suerte de oompa loompas del divertido y cascarrabias megalómano, los minions parecían estar todo el rato en otro film mucho, pero mucho más interesante: en un random nonstop de comedia y slapstick.
Era pues lógico que, en una operación similar a la de los pingüinos de Madagascar, que esta amarilla tropa humorística liderara su propia aventura, un largometraje en donde pudieran desarrollar sin cortapisas todo su potencial de absurdo, destrucción y deconstrucción del gag. Los minions es el resultado de esa apuesta por los personajes, y una apuesta con un buen gusto innegable (aunque quizás algo arriesgado para un público no conocedor de algunos de sus referentes) al situarse básicamente en plenos años 60, en ese 1968 de pop, swinging London (la parte más divertida de la película, sin duda; todo un homenaje a Richard Lester y al Atraco a la inglesa de Michael Winner con Oliver Reed), experimentación de la animación y warholiana revisitación de la mítica y la artística popular.
Precuela y orígenes de los personajes, Los minions adopta una estructura de adorable sucesión de flashbacks/estampas históricas, a través de la historia, dignas del Buster Keaton de Las tres edades (o de los saltos al pasado de los antihéroes de la todavía inédita en nuestras pantallas Jacuzzi al pasado 2). Gag reel sobre la búsqueda del mejor malvado histórico al cual servir, este arranque (desternillante) de la película parece quemar o agotar todas las armas en cuestión de parodia y de chiste genial que uno podría esperar (eran esos los triunfos y alicientes de los minions dentro del par de Gru, mi villano favorito). Sin embargo, es desde ese momento en el que la propuesta pega un subidón, un subidón cinéfilo al convertirse en una aventura abiertamente inspirada en el free cinema (Un hombre con suerte) e incluso en la contracultura USA (la parte de los atracadores es una delicia que no para de hacer guiños al Roger Corman de Mamá sangrienta o al Robert Altman de Ladrones como nosotros). Esta, aparente, dispersión (algunos la llamaríamos generosidad) temática, que es excusa para ofrecer juegos en términos de animación (ese cuento infantil en stop motion), pone algo en freno al aparecer la villana de turno (una terapia muy cómplice de Sandra Bullock, en la versión original, a costa de sí misma) y tratar de explicar ya una aventura lineal. Todo ese aroma londinense y las (ahora menos) interrupciones, sobre todo musicales y sixties, mantienen el tipo frente a ya una especie de repetición en clave femenina de los dos films previos de Gru. Pero, qué caramba, eso es pecata minuta ante toda la catarata amarilla de humor y locura. Sí, son buenos, excelentes tiempos para la animación.
A favor: el periplo histórico minion y su retiro en el Ártico.
En contra: cuando quiere explicar una historia convencional y no centrarse en una estructura de gags absurdos.