Prácticamente lo primero que nos muestra el director es un turista japonés afectado por el Síndrome de Stendhal, perder el conocimiento ante una sublime manifestación de belleza, y esa Gran Belleza, no es otra cosa que Roma, la ciudad eterna. Así pues, el director nos va mostrando una sucesión de delicados planos de Roma que son de una magnificencia litúrgica, para después, con un hábil truco, llevarnos hasta la otra cara de la ciudad, la noche, las fiestas, el parecer. Así pues pasamos de misa de doce al after desfasado en un solo grito, pero siempre manteniendo una elegancia notable en cada plano.
Y entre frenéticos bailes, alcohol y coca, nos vamos moviendo, conociendo alguna de las caras que formarán parte de la historia, hasta el momento en que nos toca conocer al personaje que ejercerá como eje central de la película, Jep Gambardella, un escritor reconvertido a crítico de arte, cuya única novela, escrita hace más de treinta años, representa una de las cimas de la literatura italiana. La manera de introducir al protagonista es sumamente interesante, imagen y sonido ralentizados y presentación en off por parte del propio protagonista que nos hace una confesión íntima del porqué estaba destinado a convertirse en Jep Gambardella. Toda esta introducción se muestra en medio de un pasillo de manos coreografiadas que bailan la 'canción' esa de la colita, y es que precisamente lo estamos conociendo en la fiesta de su 65 cumpleaños. Este momento me evoca de alguna extraña manera a cuando las aguas del Mar Rojo se abrieron ante Moisés, pues en cierto modo Jep ejerce de Moisés, guiando a la alta sociedad romana mediante sus críticas culturales y sus fiestas. Pero bueno, igual son alucinaciones de un Poeta Borracho, no quiero dármelas de experto sesudo porque seguramente me la pegaré.
Ya tenemos los ingredientes, ahora queda cocinarlos a fuego lento para ir mostrando esos dos mundos que cohabitan en uno, la majestuosidad de una ciudad repleta de monumentos históricos y cuna de la civilización moderna, con la superficialidad de aquellos que viven en ella aparentando una vana trascendencia. Y el catalizador es precisamente la figura del protagonista, que días después de cumplir los sesenta y cinco comienza a reflexionar sobre lo que ha sido su vida, y sobre su futuro, un viaje interior para encontrarse consigo mismo, y cuyo destino será saber quién es realmente Jep Gambardella.
Así pues, hemos visto que se trata de una historia con un único protagonista rodeado de muchos satélites, que son los que van enriqueciendo la historia. A destacar la performance de arte contemporáneo y posterior entrevista a la actriz que la realiza. La secuencia del funeral, o el destripamiento dialéctico al que somete a una amiga que había estado alardeando de su valía como mujer luchadora, la deconstrucción de esta teoría no tiene precio por la crueldad de las palabras, y por poner de manifiesto lo que todos saben y nadie dice, porque en realidad todos son iguales, tienen vidas vacías, tan solo se juntan para huir de la soledad y chismorrear sobre los demás para, de ese modo, sentirse menos miserables.
En suma, una gran obra del cine moderno, que nos vuelve a mostrar los problemas de la soledad, y la falsedad de buena parte de la humanidad.