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    St. Vincent
    Críticas
    3,5
    Buena
    St. Vincent

    Un santo llamado Bill Murray

    por Xavi Sánchez Pons

    Bill Murray no necesita un Oscar pero parece que lo quiere. Su trayectoria es motivo suficiente para reconocerle los méritos, es todo un icono de la cultura pop de las últimas cuatro décadas, y se ha ganado un lugar entre los actores más destacados de su generación. Su rol protagonista en St. Vincent, notable comedia dramática a la que a ratos se le ven las costuras, es su nuevo intento de conseguir la preciada estatuilla tras títulos como Lost in Translation y Hyde Park on Hudson. Y la verdad es que sale bien parado.

    El Bill Murray de St. Vincent es alcohólico y vive en el pasado, escucha música en un walkman (canciones de Jefferson Airplane y Bob Dylan), tiene un video VHS y mira episodios de Las Chicas de Oro, por momentos parece que se interprete a sí mismo en una suerte de ejercicio autobiográfico que rompe la línea entre realidad y ficción como ya pasaba en Lost in Translation. Su figura mítica es tan grande que llena a su personaje de un background valiosísimo, casi a la manera de Mickey Rourke en El Luchador. Eso sí, Melfi, a diferencia de Aronofsky, más fatalista y real, apuesta por una visión de la vida más esperanzadora. St. Vincent tiene algo de crowd-pleaser, y muestra luz al final del túnel.

    Algo así como una versión masticada de las mejores películas de AlexanderPayne (Nebraska, A próposito de Schmidt),tanto en la puesta en escena (esa factura indie, limpia y sobria made in Sundance Festival) como en el contenido; léase la figura de un antihéroe cascarrabias pero de buen corazón y en plena crisis existencial que se acaba redimiendo tras sufrir un via crucis emocional, el debut en pantalla grande de Theodore Melfi abusa de algún subrayado innecesario y exceso sentimental pero acaba funcionando al apostar por una defensa de la familia disfuncional (la que se crea a veces por necesidad sin que haya parentesco de sangre) exenta de moralinas y mensajes contradictorios. Un hecho que en cierta medida quita lastre a su tufillo de película diseñada para los Oscars con la marca de The Weinstein Company.

    A favor: Naomi Watts como prostituta rusa, una auténtica robaescenas

    En contra: algún exceso sensiblero

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