En blanco y negro y con una música perfecta, muy bien elegida en cada fotograma por su ayuda en intensificar la lectura de la situación muestra, fija tu atención exclusiva en un personaje caótico, atropellado y destartalado de mucha palabrería exterior pero inmensa soledad interior que pierde ese mundo privado y exclusivo creado por ella misma y que siente como el descontrol, el sin sentido, la aceleración autodestructiva se apoderan de ella y de su desenfrenada existencia.
Una evolución tortuosa, triste y agónica que sólo verá la luz del reposo, la tranquilidad y el silencio después de muchos golpes y baches, desesperados encuentros de inmensa esperanza pero nulo efecto que desembocan sin remedio y con gran alivio en el relax y el descanso de aceptar la realidad y dejar de lado la ensoñación, crecer.
Escudadas mentiras para una Bridget Jones apagada, sin tanto escándalo ni revuelo pero con su misma angustiosa y horrible percepción de no tener sitio, de no encontrar su camino, de perder las ilusiones de una vida que se escapa porque en realidad nunca existió excepto en la imaginación inventiva y fantasiosa de una mujer que no sabe quererse, que no aprecia el valor de su persona, una anhelada aceptación del grupo cuyo rechazo la anula, rebaja y lesiona gravemente.
Una Charlot de poca gracia y mucha lástima, intensa compasión y desvelo que no consigues hacer del todo tuya, un paso a la edad adulta que sólo saca de ti una mirada catatónica, de asombro y perplejidad, desazón y desconsuelo por esta bola del pinball que ha iniciado su partida hacia la locura, el desenfreno y el frenesí, valentía atrevida o estupidez osada de tirarse a la piscina sin comprobar si hay agua, coche sin frenos en la autopista en dirección contraria.
Aprecias, valoras, estimas la estética, la presentación, la definición del personaje, la diversidad de géneros combinada pero nunca dejas de ser una mera espectadora que desde el confort de la lejanía, la seguridad de la distancia ofrece una mirada de escaneo e indagación, una visión cómoda y pasiva que permite observar las lágrimas sin participar del lloro, exhibir el dolor sin sentir el sufrimiento, ver y mirar el desconsuelo desde el consuelo de no sentir ni vivir la vorágine.
Reconstrucción forzosa y al límite de una existencia asfixiante y humillante que causa expectación y desasosiego, incertidumbre y esfuerzo, meritoria resolución de un crucigrama cuya delicia es vivida en el pensamiento, placer del concepto contenido pero ignorada por el sentimiento, olvidada por las emociones que te involucran y hacen amar al personaje, te sientes perdido ante tanta aceleración, mareado ante tanto vertiginoso movimiento, torpe ante tanto andar sin rumbo ni destino.
Una aturdida adolescente tardía, Peter Pan casi en la treintena, que empieza a madurar obligada y a marchas forzadas aunque incomprensible, cansina y loca para el que la sigue, desconcertado, desde fuera.