Quinta parte y conclusión de la saga protagonizada por Daniel Craig desde 2006. Se trata de otra película más que fue retrasada muchos meses por culpa de la pandemia.
Tenía muchas ganas de ver el final de todo y la despedida de este actor interpretando a James Bond.
Un gran reparto y un gran presupuesto, todo estaba preparado para presenciar un auténtico espectáculo.
La trama comienza bastante bien, presentando a un Bond alejado de su anterior vida y tratando de vivir en paz y armonía con su novia. Pero algo ocurrirá para que tenga que regresar a la acción. Un argumento realmente manido y sin muchas sorpresas.
La cinta presenta algunos problemas que le pasan factura:
Primeramente, a partir de la segunda hora todo empieza a torcerse y a volverse repetitivo, falto de acción y donde el ritmo cae en varios momentos entorpeciendo el progreso de la historia.
Segundo, el personaje de Ana de Armas, del que los tráileres prometían mucho, se queda en poco más de una secuencia. Tiene química con Daniel Craig, está claro, y ya se demostró en “Puñales por la espalda” (2019), pero no es suficiente.
Tercero, el villano. Rami Malek da lo mejor de sí para defender un personaje a capa y espada al que le faltan minutos en pantalla, y ciertas explicaciones parece que han quedado suprimidas en la sala de montaje. El actor hace lo que puede por sacar a flote un antagonista que acaba siendo menos de lo que podría haber sido.
Cuarto, la cinta sale mal parada tratando de cerrar agujeros y tramas abiertas de su película predecesora, “Spectre” (2015), y su excesiva duración tampoco ayuda. No es fácil hacer un filme de casi tres horas donde todo salga perfecto. Pero en cuantos menos líos te metas mejor.
Quinto, el final de las aventuras de James Bond no permite pensar en otra cosa que no sea un agotamiento evidente en el personaje. Daniel Craig tiene una última media hora muy buena donde le veremos metido en más acción que nunca, como debía de ser. Pero ciertamente puedes verte venir lo que va a ocurrir de forma bastante obvia. Debo añadir que la BSO realizada por el maestro Hans Zimmer eleva la cinta en varios momentos de forma muy efectiva; aunque no es de sus mejores composiciones.
Sexto, el carácter de James Bond aquí no es que haya cambiado, pero sí que está más dulcificado y suavizado, teniendo cuidado con sus líneas de diálogo y con su actitud: menos arrogante que en pasadas entregas. Es mucho mas “familiar”, romántico y en ocasiones incluso algo empalagoso. Su novia y la hija de ésta adquieren un gran peso en toda la trama, creo que demasiado. Para mí todo esto es una falta de respeto al personaje, porque Bond es realmente un granuja y un Casanova, no vamos a negarlo. Pero supongo que es cuestión de opiniones.
Séptimo, la nueva agente 007, pese a que en la trama te explican que ese número no es más que eso, en varias ocasiones está forzada para robarle el show a Bond, donde además en el último tercio queda también medio olvidada.
Por favor, que no se me malinterprete, disfruté de la película todo lo que pude. Es entretenida, con grandes momentos de acción y con unos minutos finales dignos de cualquier final de saga. Tiene varios giros de guion muy interesantes, es verdad. Pero sale bastante perjudicada por todo lo citado anteriormente y acaba queriendo abarcar muchas cosas para quedarse a medio gas en bastantes. Tiene un Daniel Craig visiblemente cansado y con una trama en ocasiones previsible. El desenlace es bueno, pero no impresionante al optar por el camino de la lágrima como yo lo llamo, porque no consigue emocionar lo que debe; y tampoco consigue dar la épica que tendría que haber dado. Podría haber sido mucho mejor.