Dos personajes, un escenario y un texto impactante y cautivador, sencillo no? Pues pocos directores saben sacarle todo el jugo posible a esta perfecta combinación, explotar al máximo de sus posibilidades un texto inteligente y sabiamente adaptado a una obra del mismo nivel; entre ellos, por supuesto, nuestro extravagante e inconformista Roman Polanski, experto en extremismo y agresividad verbal, en provocar y aturdir por igual. Si a esto le añadimos una soberbia y potente representación de los actores protagonistas nos encontramos ante un irremediable hechizo, una encantadora ensoñación que te absorbe, penetra sin permiso ni control despertando una sana curiosidad por saber más de esta particular obra que ha logrado eclipsar todo tu interés; sentir la misma pasión que los protagonistas al actuar, el mismo amor y devoción que el director al realizar su obra es una exquisitez, un lujo que se da en pocas ocasiones. El recital poético, la mezcla verbal ambivalente, la confusa y desesperante reflexión oral, el seductor juego de dominar y ser dominado, la exquisitez de una sencilla puesta en escena, el atractivo de un contexto sin adornos que no oculta nada y lo expone todo..., lo que empieza siendo un "escapa y corre" se convierte en un explosivo recital que enamora y encandila conforme va creciendo su intensidad hasta alcanzar una sublime confusión aterradora que fascina y aturde por igual. La grandeza del teatro llevada a la gran pantalla, la implacable dureza de no poder ocultarse tras envoltorios de adorno, exponerse sin remedio a un juicio interpretativo, duelo artístico y semántico lleno de fuerza, carisma y poder, una mezcla de sabores que abrirán tu apetito y saciarán por completo tu hambruna más prolongada; todo ello matizando, para torpes confusos que entren a la sala a ver qué tal?, que no es película que enamore a todos los corazones pues esta persuasiva, dominante y sometida diosa del amor elige cuidadosamente a sus víctimas, lacayos esclavos sometidos a su elegante voz; dicho honor no está reservado para quién lo desee, debe ser ella quién elija hechizarte pues no hay forma de fingir lo que no se siente, y si la hay deberías abandonarla presto y lo antes posible. Imposible pasar por las manos de Roman Polanski y salir indiferente; imposible anticipar el efecto que te cause.