Amante sin labios que besar, enamorado sin cuerpo que amar, oídos que se recrean con el goce de su voz, ojos que miran pero no poseen pues el permiso requerido se perdió por el fatigoso camino, ¡hay acaso muerte más lenta y dolorosa!
Por suerte es lo que esperas, por fortuna proporciona lo que anhelas, ese romance de época que empieza donde quiere terminar, para dar mil vueltas de recreo ocioso que rellena con talento y soltura y, mientras tanto, a confundir, divertir, padecer, entretener al personal con esa fascinación por el drama, amor por la pasión, apetencia por los tropiezos, dolor por el desatinado corazón, ansia por esa conjunción ardiente, urgente esperanza de resolución final que compense tanta espera y arregle tal desbarajuste.
Porque es la esencia de la historia, el espíritu de su ser, ese alargar lo máximo posible, con precipitado caos incluido y errores como condimento que no fallan, para esa deseada mezcolanza que se resiste a lo que más solicita, que se controla ante su mayor atracción, que incrédula observa el paso del tiempo y los acontecimientos con el triste asombro de equivocarse una y otra vez.
Felicidad, ¿dónde quedas que tan lejos estás?, ¿no alcanzo a cogerte a pesar de mi honda necesidad? Tan cerca tan prohibida, puedo sentirte pero no tocarte, verte pero no tenerte, rocambolesco juego de sentimientos y emociones combinado con armonía delicada y sutil, esmerada formalidad de innegable deleite más una preciosa fotografía que habla por si misma, de forma que sigues la ruta marcada, escrita por el novelista de la obra, también adivinable y conocida si eres admirador y devoto de este género, y te dejas llevar por el dificultoso amor de estos dos silenciosos enamorados, valientes en sus decisiones laborales/afónicos y tímidos en su privacidad que a nadie, ni a ellos mismos, engañan.
Tiene la consistencia suficiente para atrapar, la fuerza debida para encandilar, el encanto justo para degustarla con placer y agrado de saber dónde irá a pesar de los tortuosos y enrevesados giros que se empeña en dar; Matthias Schoenaerts como merecido héroe, sufridor, fiel y honorable, claro merecedor de más suerte, Carey Mulligan como bella y confusa dama, objeto de deseo que no sabe cómo manejar sus propios arrebatos e instintos, más una corte de gratos secundarios para formalizar ese estupendo retrato de tiempo añejo donde lo no dicho era más importante que lo impetuosamente expresado, donde las miradas ruborizaban y un sólo roce carnal, leve toque mano con brazo, piel temblorosa con agitada respiración era un delirio de tormento, fascinante, penetrante e inolvidable por el cual vivir esperando o morir olvidando.
Matthias Schoenaerts ofrece esta nueva adaptación, leal y correcta, sólida y acorde a la obra de quien nace y existe, robustez espléndida en la plasmación del momento, en la configuración del escenario, en la seducción del entorno, ajustada química entre los intérpretes, sugerente y expresiva ella/firme y potente él, un guión lleno de orgullo y misericordia, afán y celos, desdén y fortaleza, sensaciones varias que no necesitan de mucho esfuerzo para presentarse y establecer camino, lujuria sentida tímidamente/evocada con más gracia que viene a sugerir, por lo bajito, que ¡menos contención y más provocación! pues el relato adquiere más temperatura al ser absorbido por tu expectante cuerpo y pasar a la fantasiosa imaginación que lo degusta, repasa y desmenuza hasta secarlo, que lo digerido por tus sentidos que observan poca agitación temblorosa para tanta implícita insinuación.
Vibra con moderación, retumba con templanza, no acaba de explosionar todas sus fervorosas armas, relato para provocar y encender al corazón, alterar y frustrar al alma, atosigar y preocupar a la razón que sólo logra realizarlo a medias, pues tu aprobación ante lo visto está lejos del suculento ardor que tus carnes solicitan presenciar, justa, armónica, bonita y decorosa, retrato sobrio y mesurado que pasa por cada uno de los puntos con eficacia y seguridad pero se olvida de infringir intensidad y vigor a tanta suavidad y corrección.
"Soy demasiado independiente para ti"; te equivocas, no lo eres, muestra coherente que no sobresale dentro del amplio abanico de hermanas similares, apetecible se digiere con comodidad y complacencia, lo cual no quita se eche de menos algo más de arrebato, sufrimiento y voltaje, inyectar más energía y ardor a su placidez y finura; acomodarse sí, está bien y se aprueba pero necesito experimentar la tormenta, su lluvia y catastróficas o conformes consecuencias con mayor devoción y éxtasis, vivir y absorber el proyectil de apertura, el granizo de entretiempo y la traca que anticipa su final con mayor ímpetu y desasosiego.
"Así la ardiente pasión, que en abrasado volcán convertía al corazón, se trueca en tibia ceniza al pie de los altares y, arroyo que se desliza es lo que torrente fue. Ceniza que da calma al amante corazón, por eso el dulce sosiego de los felices esposos, es la ceniza del fuego de sus pechos amorosos; evidencia de gran amor/vacilación respecto la pasión, la dicha perseguida se revela y desafía como se espera pero sin la magnitud y fuerza que se imaginaba, parece que, desde el principio, la ardiente pasión fue tibia ceniza, siempre arroyo/nunca torrente, de modo que la erupción del volcán nunca fue de violento magma, nunca fue de auténtica lava.