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    El último de los injustos
    Críticas
    5,0
    Obra maestra
    El último de los injustos

    Retorno a Terezín

    por Eulàlia Iglesias

    Claude Lanzmann recupera en 'El último de los injustos' las entrevistas que llevó a cabo hace casi cuatro décadas con el rabino Benjamin Murmelstein (1905-1989), presidente del Judenrat (Consejo Judío) en el campo de concentración de Terezín (Thereseinstadt en alemán) y antes líder de su comunidad en Viena, lo que le supuso relacionarse directamente con Adolf Eichmann y otros dirigentes nazis. Murmelstein era uno de los testimonios que debía formar parte de la monumental 'Shoah' (1985), pero su aportación acabó fuera del montaje final de este film de casi diez horas que marcó un antes y un después en la filmografía sobre el Holocausto. Tras ver 'El último de los injustos' no cabe duda de que Murmelstein se merecía una película propia: el personaje resulta tan complejo como apasionante, al tiempo que suscita una serie de interrogantes y debates en torno a la shoah que continúan plenamente vigentes.

    El incansable Lanzmann replica en su nuevo film las estrategias llevadas a cabo en 'Shoah': las conversaciones con el testimonio se acompañan de imágenes contemporáneas de los espacios de la memoria que él visita personalmente. 'El último de los injustos' se centra sobre todo en el campo de Terezín, vendido por la propaganda nazi como un "ghetto modelo", un simulacro de centro de internamiento idílico para acallar las conciencias de las delegaciones internacionales que lo visitaban.

    El retorno a Terezín le permite a Lanzmann incidir en una serie de asuntos todavía abiertos en torno a la Shoah: combate la imagen de campo modelo vendida por la propaganda nazi a través del relato sobre la cotidianidad en este guetto que el propio Murmelstein, con brillantes dotes narrativas, elaboró en un libro publicado en italiano en 1961, y sobre todo de los extraordinarios dibujos realizados por algunos de los prisioneros checos documentando las deplorables condiciones de vida en el campo. El otro debate en el que se posiciona el film gira en torno a la condición orquestada de la solución final. Lanzmann viaja por los diferentes lugares donde se gestaron los primeros campos y guetos para acabar con la idea de que el Holocausto fue fruto de una decisión no planificada, de una precipitación de sucesos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial de la que los nazis no serían por tanto plenamente responsables.

    La responsabilidad histórica y moral es el tema de fondo que atraviesa una vez más la obra de Lanzmann, y en este caso el cineasta francés lo concentra en un personaje lleno de ambigüedades como Murmelstein. Las conversaciones entre Lanzmann y Murmelstein devienen un apasionante pulso dialéctico entre un entrevistador alérgico a cualquier sentimentalismo o corrección política a la hora de azuzar al hombre que tiene delante y un entrevistado que se desvela un orador fascinante, un individuo tan inteligente como sibilino. 'El último de los injustos' deviene así un complemento de 'Shoah' que se sitúa a su altura cinematográfica, en las antípodas de la caricatura simplista en que ha convertido el Holocausto cierta ficción contemporánea. Y al mismo tiempo es un film con personalidad propia que sigue ahondado en uno de los horrores que han marcado la historia contemporánea.

    A favor: ya apenas se dan duelos dialécticos como el que mantienen Lanzmann y Murmelstein.

    En contra: que su duración o temática asuste al espectador medio.

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