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    Tres Bodas de Más
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Tres Bodas de Más

    Comedia para los nuevos tiempos

    por Carlos Losilla

    Esta debe de ser una de las comedias más innovadoras que han surgido en el panorama del cine español en los últimos años. Su discurso es claro: ya no sirve el esperpento de los 50, ni el costumbrismo pseudorrealista de los 60, ni tampoco el naturalismo de aires romehrianos de los 70, ni el estilo Almodóvar consolidado en los 80, ni la sofisticación de los 90… ¿Qué es lo apropiado para reflejar el espíritu del país en el siglo XXI? Pues una mezcla de todo eso, una especie de batiburrillo de diversas estéticas que signifique a la vez un reencuentro con la tradición y un cruce con las nuevas propuestas, sobre todo las surgidas en el ámbito de la llamada "nueva comedia americana". En ese punto Pedro Lazaga y Judd Apatow hallan un lugar de encuentro donde el exceso tiene dos caras: primero, dibuja un modelo social que sigue enfrentándose a la modernidad sin tener muy claro de qué se está hablando; y segundo, deja en evidencia un universo superficial donde las relaciones humanas y sentimentales continúan instaladas en una inmadurez permanente.

    Javier Ruiz Caldera, ya fogueado en la trastienda del género con 'Spanish Movie' y 'Promoción fantasma', se enfrenta a su mayor desafío hasta el momento, una comedia mutante que cambia de aspecto prácticamente en cada escena y asume diversas personalidades sin importarle demasiado eso que llaman "unidad de estilo", quizá porque ya no exista. El marco narrativo acoge a una bióloga tímida y desdichada en amores (desbordante Inma Cuesta, a medio camino entre Katharine Hepburn y Tina Fey) que se ve inmersa en las celebraciones de boda de tres de sus ex y en diversos encuentros con otros hombres que irrumpen en su vida. La naturaleza episódica y fragmentaria de la película se manifiesta en las tres secuencias de las bodas propiamente dichas, que exploran tres caras de lo hortera en intensidad decreciente y con júbilo a veces lindante con el delirio: en la primera, un surfista celebra una gran fiesta en la playa; en la segunda, un pueblo de la España profunda es el escenario de una ceremonia pintada con matices ferozmente expresionistas, goyescos; en la tercera, la más corta, todo se resuelve con un detalle salvaje, la coronación de una serie de chistes escatológicos que puntúan toda la película.

    'Tres bodas de más' va de Berlanga a Almodóvar sin inmutarse, se refiere a un país que no evoluciona, anclado en el tiempo, y que tampoco sabe asimilar los signos de lo contemporáneo, los cambios que se producen a velocidad de vértigo y que solo digiere a medias. Su retrato es exagerado, a veces caricaturesco, pero sabe hacerlo con malicia no exente de piedad: sus criaturas son patéticas y entrañables, tan cercanas a nuestros propios defectos como a nuestras ilusiones, y ahí enlazan, en bonita pirueta, con la visión hollywoodiense del género. Howard Hawks convive así con los hermanos Farrelly y el gag más sutil con el apunte más grosero. Quizá el escenario visual que ha inventado Ruiz Caldera para ella sea lo más elocuente al respecto: un lugar de la costa sin identificar, cuyos mejores tiempos pasaron a la historia, convertido ahora en teatro cursi de las apariencias, de vidas que se viven al ritmo de una película inexistente y de besos de cine que se recortan contra un fondo de colores cambiantes.

    A favor: el talento de Ruiz Caldera para la composición visual, siempre innovadora en medio de múltiples referencias.

    En contra: un cierto apresuramiento en el acabado, con una narrativa un tanto desigual.

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