Coixet vuelve a la gran pantalla con su estilo particular para intentar plasmar el alma humana, los más profundos entresijos del ser humano en sus relaciones personales; dos maneras diferentes de afrontar un pasado doloroso y amargo, que llega hasta el presente y se prolonga como sombra amenazadora sobre un futuro no muy lejano. Intimista, de poco movimiento y centrada exclusivamente en los dos personajes, sin decoración o escenografía que distraiga tu atención de lo importante, frialdad en las formas, apasionamiento emocional, desgarradora exposición de vidas fantasmas, presentación de la amargura más abismal, intensidad insufrible que se siente por momentos y etc, etc, etc. Podría seguir pero, todo lo mencionado tiene el fallo de un guión poco-completo, que va y viene y que no mantiene la intensidad deseada por la propia directora -y eso que lo firma ella-; las magníficas actuaciones de sus dos protagonistas, el intento de desnudar su interior, sus culpas, acusaciones, indultos, anhelos y esperanza caen en fondo perdido por falta de continuidad y altura en la larga conversación que conforma dicho relato. Y, teniendo en cuenta que no hay más, únicamente intercambio de sentimientos -tanto desoladores como esperanzadores-, un revivir forzado y un compartir desesperado de palabras , de un lenguaje usado como arma arrojadiza sin destino claro..., muy arriesgado es encargarse de unos diálogos que deben mantener la elevada ambición sensitiva que se pretende; y Coixet se cae de su propia cumbre estrepitosamente!!!