Un “Walking dead” de primaria, liderado por Elijah Wood, estridente, lleno de tacos, con exceso de sangre y personajes excéntricos para recrear una escuela circense, alocada y vuelta del revés, donde huir de los alumnos monstruitos que no quieren ir a clase y les da por atacar y comerse a los profesores.
“Hay que esperar hasta las tres de la tarde...”, horario de fin de la jornada escolar donde, por fín, aparecerán los malditos padres, de estos descabellados mocosos, para hacerse cargo de sus insoportables y hambrienta descendencia.
Al cargo del grupo de supervivientes y exasperados maestros, un lelo McGiver de las ciencias, con dificultades para relacionarse por tener medio cerebro tocado, un profesor de gimnasia mas necio que el susodicho y un canijo héroe que, en realidad, no debería estar allí pues es novelista, o mejor dicho, eterno aspirante -también eterno fracasado- a escribir una novela de terror que deslumbre al mundo, de la que no sabe cómo pasar del capítulo uno y de su varado barco protagonista.
Cuenta con momentos hilarantes, otros espeluznantes, muchos desagradables y otros tantos sombríos y penosos, un despropósito de película que intercambia -supuesta- comicidad, idioteces, tragedia, carreras con excesivos gritos, tonterías a tutiplén y mucha banalidad sin sentido ni gusto, tristeza de conjunto que únicamente pretende actuar con celeridad y estropicio para entretener con gamberradas y chifladuras de crios infectados por un virus extraido del pollo.
“Tenemos algo que ellos no tienen, ¡el impulso de ganar!”; representación teatral cuyas bufonadas ridículas van por turnos, ideal para tarde tonta con amigos, para estar de guasa, reírse de todo y no tomarse nada al pie de la letra, seriedad de adultos humillados jugando a ser campeones contra come-cuerpos infantiles que se vengan de todos los suspensos y castigos recibidos.
El grupo es patético, si no te da por el humor y la congoja, no la soportarás, oportunidad única para pegarle ese deseado tortazo al crío coñazo y cabroncete de la clase y que nadie pueda decirte nada, limpieza vengativa de todo lo soportado durante semanas y meses por esa selva infernal de mocosos en que pueden convertirse las aulas.
Una pandemia de terror y locura ha invadido la ciudad, la provincia y el país, la culpa es de los infectados nuggets, se necesita una vacuna o la población adulta desaparecerá; los niños han tomado el poder, ya no obedecen, ya no aceptan órdenes, sólo quieren tu sangre y devorarte hasta acabar contigo, muchas vísceras a mansalva y el infierno de una revuelta infantil hecho presente, más el permiso para disparar y darles una paliza, con entusiasmo y ganas.
Se supone estas cintas son para distraerte, desconectar del momento y descojonarte -perdón, deternillarse, que es protagonizada por menores- del absurdo; yo no lo he logrado aunque, admito, va dirigida a un público devoto en concreto. He intentado colarme entre ellos, como tentempié de recreo pasajero pero, no ha funcionado. No obstante, reconozco la vulgaridad sana de su presentación y oferta.
Memez escandalosa y colorida, abundante en chillidos tortuosos, una pantomina descerebrada que a unos divierte, a otros horroriza; sólo tú sabes a qué grupo perteneces, yo me confundí temporalmente.