Cupido travestido de Mary Poppins que ha perdido su poder pues no logra volar ni hacer magia en un pretendido Bollywood pero sin su gracia.
"Estoy enamorada del amor", ¡lástima que nadie más te acompañe en tu travesía, bonita!
Para ver esta película, sin sentir vergüenza ajena, debes colocarte en un estado mental adolescente -y, aún así, ¡no se qué decirte!, ¡depende de la niña que lleves dentro!- de quien cree en el amor verdadero para toda la vida, capaz de superar todos los inconvenientes y percances que se le pongan por delante, para triunfo del romance, de los puros y bellos sentimientos y de ese fabuloso estado hipnótico que te ciega, ilusiona, transforma y vuelve loca nada más pensar en él, locura apasionada que acelera el corazón, engatusa al espíritu y revoluciona toda tu aburrida existencia, normalidad que se vuelve caótica sólo con pensar en su persona, delicioso ardor de desbarajuste anímico que lo altera todo para nunca más ser lo mismo, fábula romántica de evolución fácilmente deducible, adivinación para niños de primaria que seguirá el proceso previsto, sin salirse un ápice de lo que antecedes con sencillez pasmosa pero, también, con una abundante desgana motivante que nunca halla ni pizca de entusiasmo o vibración estimulante.
Esta claro que pensaron antes en la música que en el argumento, que una vez elegidas las canciones, diseñaron las escenas y escribieron el guión para que encajara en ellas -y parece guasa que no idearan una, en concreto, para incluir a la meritoria que titula el filme en lugar de relegarla al desfile, con penosas imágenes de corte y pega, de los créditos del final- sólo que, lo fantástico de su banda sonora, se ve vapuleado y dañado por una esencia infantil y bobalicona que recorre toda la historia, cuento dulce, encantador de príncipe deslumbrante, con cuerpo machote -por cierto, ya se que el protagonista se lo ha currado mucho pero ¿no enseña, en exceso, su torso desnudo al viento?, ¿hay que amortizar las horas de gimnasio o qué?, está claro que los requisitos del casting era ¡chico-de-fotonovela-moreno-guapo-musculado!- que recupera a su-nunca-olvidada turista amada más el conveniente grupo de amigos festivos que adornan con estrafalarios numeritos a una trama que no aguanta pues ésta, decorada con luminosidad arrebatadora, nunca se encuentra a si misma, nunca crece ni madura, no logra palpitar ni emocionar ni crear suspiro alguno, se entretiene con tonterías de ensoñación enamorada, fotografía calculada para perfecta tarjeta postal de recuerdo inolvidable, colores frescos de atracción romántica..., es decir, todo un absurdo teatro de insustancial montaje, referencias escénicas ofensivas según el apartado del camino donde nos encontremos, coreografías de párvulos, maquillaje y vestuario artificial al igual que todo su dulcificado relato, dado que oír canciones tan supremas y ¡echar de menos la radio! es que el oído está satisfecho, sin embargo, la imagen está dejando pobre y desamparada a una vista que ni volviendo la vista atrás, rememorando las ingenuas estupideces de sentirse virgen sentimental e inocente afectivamente, logra resarcirse de este souvenir barato de amar, mentir, soñar, reír, llorar, abrazar y ¡dar por el saco!, perdón, ante tanta bandurria que ni Orfeo con su lira, ni Venus saliendo del mar ni la reina, Afrodita, diosa del amor, en persona..., petrificados todos por el uso abusivo y en vano de ese glorioso amor al que tanto tiempo y devoción le han dedicado; casi prefieres cerrar los ojos y dejarte llevar por la magia de una melodía que hechiza y cautiva lo que no seduce su hermana en fotograma.
Arduo difícil se gane tu bendición, por condescendiente e indulgente que seas, complicado que agrade sin bajar, en demasía, el listón, excesiva ridiculez gráfica, caricatura estéril de alcanzar un hechizo de luna -corrijo, de sol, eterno sol de playa maravillosa que es ¡la lluviosa Londres contra la radiante Italia!-, torpedo continuo de disparate y candor emocional que no hay forma de absorber con crédito, payasada que a los 11 años es todo tu mundo/de adulto es triste panorama que no causa efecto alguno excepto una memez simplona, baratija que merecía y necesita más tiempo y trabajo, consistencia y empeño ¡aunque sólo fuera para los bailes!
Para quinto de EGB y tampoco lo aseguro ¡dado lo espavilados que están hoy los críos!
Nota para momento indecoroso..., el toque de la tomatina, triste e insultante para quien realmente haya estado en tan fantástica tradición festiva.