Un “Inside Out” informático conoce el meta-humor PG-13 de “Once Upon A Deadpool”.
Al parecer, Pixar Animation Studios, subsidiaria de The Walt Disney Company desde 2006, con la ambición aún encendida, jamás fallara en el mundo de las secuelas. Ahí están “Toy Story 2” y “Toy Story 3,” progresivamente más emocionales y emblemáticas que cada antecesora; “Incredibles 2” actualizó sus temas siempre manteniendo intactos espíritu y corazón; “Finding Dory” acabó por ser una obra abiertamente divertida pero inferior a aquella clásica aventura marina de 2003; “Cars 2,“ sin tapujos, fue un pequeño bache en el camino, sin embargo, en el fondo, es una deschavetada cinta de espías; pero claro, “Cars 3” remontó con una sencillez visual y una narrativa digerible; “Monsters University,” lejos de alcanzar a la original, fue una buddy-movie un tanto siniestra pero ampliamente amigable que entretuvo por sus especiales personajes e interesante ambientación; así las cosas, “Toy Story 4” y “Frozen 2”— títulos de referencia —están en fabrica con vistas a ser estrenas en los próximos años, dos apuestas con historial de billón de dólares y factibles nominaciones.
“Ralph Breaks the Internet,” la última cajita de sorpresas estrenada, es un enorme avance en cuanto a la original, adhiriéndose a las nuevas tecnologías sin perder de vista a sus dos figuras centrales, produciendo así otra travesía animada delicada e inteligente, que se compromete a competir cabeza a cabeza con las más gloriosas producciones de su subsidiaria; y aunque no gana la partida, ha propuesto algo que Pixar ha pasado por alto.
No te confundas, esta segunda parte sí que traspasa las barreras de los clásicos juegos arcade para aventurarse dentro del pulpo del internet, pudiendo así desenvolver una refrescante representación de los mecanismos y procesos que toman lugar dentro de nuestros dispositivos. El principal secundario de este setting es empujar una moraleja de amistad y sacrificio, de ser feliz sin perjudicar la felicidad de los que amas, y en ese sentido, nos topamos con una resolución bastante madura y realista, más al estilo de “Toy Story 3” que de “Up,” elemento que enriquece aún más la función. También se deshace de complejidades al no inscribir nuevos protagonistas, Ralph y Vanellope siguen siendo la pareja maravilla, aunque sí registra secundarios que hilarantemente lucen y se comportan como sus actores de doblaje tales como Gal Gadot, Taraji P. Henson o Alan Tudyk; sin embargo, dos agentes claves de la primera pierden un severo peso argumental esta vez: Felix Jr. y la Sargento Calhoun; sin embargo, contemplando la sencillez que los escritores desearon imprimirle al relato, es la decisión más sana.
Con sus películas, Disney siempre va a triunfar en su cometido moral y ético, siempre, para esto, siempre va a necesitar de la correspondiente escena lacrimógena, en esta ocasión bastante similar a la terrible despedida de aquel personaje hecho de algodón de azúcar, parte elefante, parte gato y parte delfín de “Inside Out;” ellos son unos genios logrando esto, sin refutación. Pero la más grande mejora no reside allí.
Tal como el “Ready Player One” de Spielberg, “Wreck-It Ralph” significó una espectacular y nostálgica travesía a través de la infancia de muchos adultos nutrida por algunos de los personajes más representativos del campo; ahora, es agradecible y un poco extraño saber que su secuela significara, años más adelante, el mismo viaje nostálgico para nosotros, una nueva generación. Los escritores entienden que, ahora mismo, muchas personas han dejado de asistir a los salones de juegos de máquinas recreativas gigantescas y monedas por partida frente al confort y accesibilidad de las videoconsolas y el internet; es así como, de una manera tan simple como imaginativa, deciden situar a su dupla protagonista en el cosmos del WI-FI. De entrada, la historia, inmersiva y eficiente en su mensaje, es destellante, simbolizándolo como un oscuro pasadizo, un mundo en donde las cosas más bellas y horrorosas habitan en niveles distintos. En cuanto nuestro grandulón destructor y nuestra hiperactiva chica de carreras logran ingresar— de manera sensacional, por supuesto, —alucinantes paisajes se despliega ante nuestros ojos y rogamos por ver en pantalla la representación de alguno de nuestros sitios favoritos, porque, inherentemente, siendo la generación del internet, nos vamos asentir prendados con esta propuesta ambientada en un mundo de clicks, búsquedas y me gustas.
Pese al millar de peces ávidos de aparición, el filme sabiamente no sobresatura las composiciones visuales apilando sitio tras sitio, por supuesto, hay suficiente product placement para saber que es más que una película familiar, pero después de su primer acto, se concentra mayoritariamente en su narrativa. El internet adopta la forma de una urbe futurista salida del universo “Blade Runner,” por donde pululan catervas de inquietos usuarios. Las numerosas torres y estructuras tecnológicas que albergan los representativos logos de diferentes empresas merecen más de un visionado con el fin de admirar los cientos de guiños regados por todo el metraje. YouTube, Twitter, Snapchat, Internet Movie Database, AlloCiné, e Instagram son algunos de los sitios avistados de manera general, teniendo la trama concentrada en BuzzTube— un hibrido de ambas compañías — un juego multijugador titulado Slaughter Race, eBay y Google para el análogo clímax cinemático.
Las comparaciones, en el cine, son odiosas y en ciertos casos, innecesarias, sin embargo, es lógico encontrar similitudes con la estructura creativa del “Inside Out” dirigido por Pete Docter y Ronnie Del Carmen. Intercambiando el quinteto de emociones y comportamientos humanos por pop-ups, páginas web, enlaces y motores de búsqueda, las representaciones son exquisitas, con especial énfasis en la siniestra y perturbadora dark web y un bicharraco que asustara incluso a los adultos. También reciben una representación ingeniosa los procesos cibernéticos e informáticos en los que el internet interviene, intentando simplificar y didactizar la infinidad de algoritmos que significa enviar un simple correo; de esto modo, publicar un video, recibir un me gusta, escribir un mensaje y recibir capciosos anuncios se convierte en un imaginativo descubrimiento.
Conseguir los derechos de todas, todas las compañías es una tarea que roza lo inalcanzable, por esto, grandes faltas caerán en tu mente si analizas ágilmente; aquí, la jugada más rápida y sencilla era asistir a sus propios dominios, y efectivamente, así fue. Avistar a las Tropas de Asalto, Baby Groot, Stan Lee o a todas las princesas Disney es algo invaluable, por eso, es única la forma en que el filme triunfa tejiendo su propia historia visitando, por primera vez, a personajes de otros filmes. La inesperadamente jugosa secuencia de las princesas termina por ser desternillante y extrañamente auto-paródica, verlas interactuar e incluso modificar una de las reglas más tradicionalistas del cine de princesas con el fin de dar un mensaje inteligentemente edificante y feminista alcanza cimas inimaginables, siendo así una de las secuencias claves en la historia moderna de la animación.
Pero sin el acostumbrado perfeccionismo visual de Disney, nada de esto hubiera sido realidad. Nathan Warner, director de fotografía de “Zootopia,” acierta con las miles de posibilidades que tenía sobre la mesa para elaborar tan ambicioso mundo, eligiendo, en comunión con el enorme departamento de diseño y arte, colores vivos, trasparencias y animaciones que encierren el sentido global de cada empresa. Cada representación es vigorosa e interesante, sin embargo, no alcanza las cotas de complejidad y profundidad de “Inside Out,” debilitando así su capacidad creativa. El prolífico compositor Henry Jackman presenta una banda sonora a la altura, siguiendo los lineamientos de las composiciones musicales de la compañía, incentivando los correspondientes temas de felicidad antes de la llegada del clímax dramático. “Zero” de Imagine Dragons parece una confiable nominada a Mejor Canción Original por parte de La Academia, pero con “Shallow” como principal favorita, es poco probable que sea la galardonada en la noche de premiación.
“Ralph Breaks the Internet” de Phil Johnston y Rich Moore es una excitante e ingeniosa travesía high-concept por lo largo y ancho de la más grande adicción del ser humano contemporáneo mientras, en unísono, es una tierna, sencilla y pequeña fábula sobre amistad y sacrificio que recurre a un gigantesco cambio en sus medios con respecto a la original. Es dulce, inofensiva y divertida como un video de gatitos, sin embargo, hace falta descender a las tinieblas de una inteligentemente oscura web para que todo adquiera una capa de ingenio y significado. Con una bestial gradualidad, el cine se han acoplado a los avances de la humanidad, por esto y aunque “Incredibles 2” lo reflejaba crípticamente a través de su villano, este último estreno del año para Disney era tan necesario como inevitable enfrentando un público que vive consumido por pantallas, por una generación que ha dejado atrás cualquier rastro de verdadera interacción.