El horror tiene forma
por Quim CasasEl director de “The Act of Killing”, el estadounidense Joshua Oppenheimer, ha pasado ocho años en Indonesia indagando en torno a los mecanismos de la violencia política y su efecto sobre el imaginario colectivo del país. La película, que tiene algo de los documentales de Werner Herzog (no en vano coproductor ejecutivo del filme junto a otro espléndido documentalista de los tiempos modernos, Errol Morris) y también de los de Rithy Panh cuando indaga en la memoria histórica de Camboya (aunque es casi imposible llegar al mismo nivel, utilizando ingredientes similares, a los logrados por Panh en su obra maestra, 'S-21: la máquina roja de matar'), reconstruye un pasado traumático, el de la dictadura militar indonesia oficializada en 1965, a partir de algunos de los personajes que lo protagonizaron.
Como en los filmes de Panh sobre otra dictadura, la de los jemeres rojos camboyanos, Oppenheimer da la palabra a los torturadores, a los esbirros del régimen. Porque si en el caso de Camboya los que realizaron las matanzas, torturas, violaciones e interrogatorios creían –más o menos– en lo que hacían, razón que no los exime, por supuesto, de su tenebroso papel en la historia moderna de aquel país, los asesinos y torturadores en Indonesia no eran fervorosos anti-comunistas, sino gánsteres (y algunos paramilitares) que se vendieron al mejor postor (la dictadura) y sacaron tajada de ello matando con sus propias manos a las víctimas encarceladas. Aquellos abyectos protagonistas de la represión cuentan directamente a cámara como mataban a los prisioneros; escenifican sus actos sin sentimiento de culpa alguna y sin tener conciencia exacta de lo que están haciendo ahora, en estos momentos, explicando al detalle sus crímenes ante un cineasta extranjero cuya virtud ha sido embaucarles y después darles la palabra para capturar, en vivo, la máxima expresión del terror cotidiano.
“The Act of Killing” no tiene el componente distanciador, casi humorístico, de Herzog tipo 'Grizzly Man' o 'The Wild Blue Yonder' –aunque las escenas de bailes folclóricos junto a un pez gigante están en esa línea–, pero eso no es óbice para que la película de Oppehneimer haga reír a veces: es el reír nervioso que provoca el horror, el rechazo, el desconcierto ante lo que cuenta, la incomodidad frente a los hechos mostrados y la simpleza con la que aquellos asesinos lo explican sin miedo a que la justicia pueda caer sobre ellos, escenificándolo como si se tratara de una de las viejas películas de gánsteres estadounidenses que ellos han convertido en sus ídolos. Indonesia es aún un país corrupto, una dictadura encubierta, y las imágenes de los desfiles de los cuerpos paramilitares al servicio del régimen así lo atestiguan. Por eso, los tristes protagonistas de “The Act of Killing” no tienen nada que perder: le han explicado al mundo entero como son, lo que son, lo que hicieron, los cuellos que estrangularon con un alambre y el orgullo que sienten por haberlo hecho. El horror si tiene forma.
A favor: la manera tan aparentemente inocente con la que los asesinos relatan sus crímenes del pasado.
En contra: algo reiterativa en sus “fugas” fantásticas, excesiva en metraje aunque existe la versión internacional y el director’s cut.