Injusto empezar con la rotunda afirmación "segundas partes nunca fueron buenas", pues no siempre es cierta, ni siempre da en el clavo, amén de que la hermana menor siempre juega con desventaja, con menos números a su favor, su llegada posterior a misma meta pierde la sorpresa inicial, el arranque novedoso de ingenio, risa y musicalidad que explota, de antemano, su gemela mayor, queda poca originalidad por descubrir, apenas asombro que explotar.
Se trata de recorrer la misma estela, copia semejante de ruta y huella pero con más gracia, talento y entusiasmo, lograr un efecto animado, genial e inolvidable, de mayor y más desbordante marcha aunque se trate de camino ya consabido y muy familiar por haber sido recorrido, previamente, por su antecesora, reveses con los que ya se cuenta al tener que luchar contra un recuerdo grato, de sabor estupendo, que en su presente todavía no ha dictado sentencia, sigue con los brazos abiertos a la expectativa, a verlas venir pero, al tiempo, pendiente en la cuerda floja, en el no-se-sabe demos-una-oportunidad, ese limbo de posible juicio y mandato, sin piedad ni miramientos, sobre la base de esa maldita comparativa que es sombra perenne de pesada losa difícil de calcular, manejar y arrastrar.
Pero, he aquí el atrevimiento y valentía de Elizabeth Banks de tomar el mando de este navío y lanzarse a la dirección, por mar turbulento de aguas agitadas, que esperan el aplauso y reconocimiento de un título que ya se logró para la querida familia,en su momento, dando exquisitamente la nota, ahora con un arrojado intento de ir más alto.
¿Resultado?..., lo siento, no han conseguido ascender por tan venerable ruta, llegar a ese tan-deseado más alto, dejémoslo en un permisivo han quedado en el mismo sitio de igualitaria puntuación.
¿Motivos?..., empieza con buen ritmo, excelente sintonía de esperanza de haber encontrado la llave para ascender a escalafón de mayor grado, sentencias absurdas de gran agudeza en su flecha al blanco que aciertan medianamente en su buscada de diana, coladas con velocidad y sabiduría, garbo y maña, mofa y gags alternandose en su lanza torpedos directo al grano, ridiculez sin freno, ñoñería en primer plano, canto y baile a mansalva, hermandad y feminismo por un tubo, tonterías tras memeces..., etc, etc, etc, que, en principio, obtienen la misma nota de hace tres años en cuanto a distracción, diversión y cachondeo, risa facilona de sonrisa espontánea que, al surgir sin esfuerzo, ya anticipa dictamen de una buena evaluación dispuesta a ser entregada, sólo que...,
..., conforme avanza y entra de pleno en su argumento, el guión de Kay Cannon que debe darle sustento, firmeza y apoyo, lentamente se aplaca y desvía de su observada y percibida buena sintonía, pierde desenvoltura y arte para encontrar la línea más segura y suculenta hacia el éxito, los números musicales parecen no tener el efecto explosivo y espectacular que se rememora, en tu cabeza, respecto la primera y su razón de andadura, de destino y uníon de todo el conjunto flojea en estilo, vigor y orientación clara, fuerza que sobrevive y logra mantener el lugar que ya se ocupaba pero nada de más beneficio ni mejoría, e incluso, puede que se vierta cierta condescendencia en este clasificación final pues, con sinceridad, la mente no está tan absorta, el corazón no está tan encandilado ni el espíritu tan bailón y alegre como en el pasado ya que, si es tierra ya andada cuyo trazado no se reforma ni progresa ni espabila, cierta levedad o mínima ausencia de interés y aprecio en la pantalla es inevitable que surja, ¿no?
Los nuevos personajes no cuelan ni enloquecen tanto, de los anteriores ya se conocen sus burradas y torpezas, las letras de las melodías pierden seducción, enganche y encanto, el desfile escénico como que ya se ha visto y..., analizando los pormenores de ambas, acción innegable que todos llevamos a cabo de forma instintiva, se llega a la conclusión de que vale, se acepta, pero el pulpo como animal de compañía era más sabroso, dicharachero y cómico la primera vez que fue oído y visto, en esta segunda se convierte en un chiste correcto, bien contado, de estructura adecuada y entonación válida, pero que sólo logra en el rostro alguna carcajada y risotada suelta, dispar, especialmente en sus inicios, antes de ir a la deriva, cuando la demoledora tentativa, de revocación a tiempo atrás, insinúa que la juerga y cachondeo fueron más redondos y mejores en aquella antigua ocasión.
Pero, como salimos contentos de todas formas, aunque sea obvio que desviamos la mirada de la pantalla con obvia facilidad de escasa atención captada, seamos benévolos y coloquemos a este reciente conocido, de pariente halagüeño cuya relación y trato, en el pasado, fue alegre, humorístico y grato, en el mismo peldaño, lugar y nivel, indulgencia en lugar de castigo, no se hace daño, a nadie hiere y ¡todos complacidos por la buena acción de día!