Justo entre el año 1990 y año 2000, los gobiernos de la zona occidental, en connivencia con las empresas farmacéuticas, no permitieron que los medicamentos de tipo antirretroviral llegaran a los enfermos de SIDA del continente africano, donde se habían producido hasta el momento 10 millones de muertes que podrían haberse evitado. Un grupo de personas decidió revelarse ante el poder de las emopresas sobre su salud y su propia supervivencia, e inició una lucha titánica que conmocionaría al mundo.