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    Lourdes L.
    Lourdes L.

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    3,0
    Publicada el 16 de enero de 2015
    "El arte de perder no es difícil de dominar".
    Elisabeth Bishop, poeta de renombre, en plena crisis personal y creativa viaja a Brasil donde encuentra el amor, la fuerza y solidez de quien será su compañera y pareja durante años, la arquitecta Lota Macedo Soares.
    Teoría del guión que en la práctica se transforma en paisajes lindos y exquisitos de paraíso encontrado que tienen mayor poderío y atractivo que la pareja en cuestión, presencias su encuentro, enamoramiento, estabilidad, celos, armonía, desequilibrio, ceguera alcohólica de la poetisa, su momento de mayor inspiración con su Pulitzer, la extraña relación a tres bandas que mantiene con la inquilina amiga, la supuesta dificultad de una relación homosexual en los años 50..., con una mirada atenta pero, con toque ligero de una mesura y parsimonia que levanta poco el ánimo y crea apenas pasión o emoción que sentir o llevar al alma.
    Cordialidad en la narración de los hechos, adecuada y discreta que no causa efusión máxima por las protagonistas, ni siquiera mínima alteración de una relación que, a todas luces, debía ser ardiente, complicada y sabrosa, sin embargo, Bruno Barreto ha optado por el recatamiento y la timidez expresiva cuya modestia no alcanza la grandeza de los personajes, por la suavidad de una lectura ligera, cómoda y básica para conocer los hechos pero, quedarte lejos, muy lejos de los sentimientos, de palpar el vigor y necesidad desesperada de estar juntas y, aún así, éstos son insuficientes si quieres hacerte una idea de quien fue la protagonista y su importancia como experta en el arte de la escritura y el don de combinar las palabras y, su arduo, confuso e inestable interior sensible que adquirirá consistencia y confianza gracias a la robustez y determinación de esa carioca arrolladora que pondrá sus ojos en ella y ya no la dejará escapar.
    Demasiada beatitud y moderación narrativa para la magnitud de las vidas relatadas, visión que no enriquece el corazón ni llama a las puertas de la efervescencia, posición neutra de desaborido recóndito lugar que no desborda todo el frenesí esperado dada la carga importante del nombre que representan, sin los cuales, no dejaría de ser una historia común más sobre un amor lésbico.
    Enamoramiento que no enamora, tirantez que no se absorbe, bravura que apenas se manifiesta, inspiración receptiva que apenas se siente ni motiva, se ve con facilidad, corrección y calma, una tranquilidad que va en detrimento de su propia valoración, un escenario brillante donde no brillan del todo sus artistas, sólo se mueven y pasean al son de los sucesos sin causar alteración o adrenalina que incomode la rítmica respiración del público vidente, desfallece de una energía reflejada sin contundencia y encauzada sin viveza pues apenas da para motivar un ánimo que no percibe la desgarrada y profunda historia de amor que ambas vivieron y compartieron, tiramos los dados, empieza la partida pero no despierta gran curiosidad en la audiencia envolvente.
    "Cuanto más permaneces en un país, menos lo entiendes", asfixia y agonía sensitiva que marcará el rumbo de su relación, un drama cuyo dramatismo se queda en la historia escrita de ambas pero que, en imágenes, no logra rozar la osadía, impetuosidad de su maravillosa y compleja relación, sólo apuntes de debilidad obvia para hacerte una idea que, dista mucho de la existencia real vivida siendo su mayor reproche y carencia, la exigua e insuficiente imagen que expone de esta gran escritora.
    Un dicho popular dice..., nunca acabas de conocer, del todo, a alguien..., aquí ni si quiera se empieza o roza su piel; más imaginación, arte, esmero y consideración que la susodicha lo merece y ¡el espectador lo espera!
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