Ni embelesa, ni seduce, ni atrapa con enorme eficacia pero ¡qué más da!, se les tiene cariño y ¡se les quiere igual!
Una frase, tres tiempos y ¡qué empiece el juego!..., "Donde quiera que vayamos al cruzar la línea, iremos juntos, tu y yo", primera persona del plural de futuro simple de indicativo, presentación del contexto, personajes y relación que les une, hermandad entrañable de quien comparte batallas, penurias y remordimientos; "Donde quiera que vayamos al cruzar esa línea, ¿iremos juntos tu y yo, no?", misma categoría gramatical en interrogativo, cuerpo de la historia donde todavía se está debatiendo hacia qué lado discurrirá la pelota, si habrá lanzamiento o si todavía se está a tiempo de detener la partida; "Entonces haremos lo que siempre has dicho, cruzaremos la línea juntos, ahora", futuro al que se le añade adverbio de tiempo que le otorga tono de presente inmediato, sentencia resolutiva que marca destino defintivo sin posibilidad de marcha atrás, todo ello decorado bajo un lema paterno "Hazme caso una noche" de orden y súplica de quien ha perdido su patriarcal asiento, preparamos la mesa, se dispone el tapete y a lanzar los dados pues el resto es un simple rellenar con acción rápida e incesante, miradas penetrantes de furia y rabia contenida, intercalada con diálogos breves pero profundos de añoranza de tiempos mejores, de amistad eterna y de venganza que ya no conoce hermano amigo ni enemigo conocido, más la típica persecución con tiros, velocidad y golpes oportunos, todo previsto-todo esperado-todo a su hora y tiempo señalado, un clásico en manos de dos veteranos, Liam Neeson, muy currado en dicho papel, experto que cumple y se sigue manejando a sus anchas a pesar de los años y la edad/Ed Harris, menos afortunado pues siempre le ha ido más ser el bueno, el decente, el que ayuda y cumple con la ley, un mano a mano no muy espléndido que se salva por el carisma del primero, la buena sintonía de la partida y el deseado gato-atrapa-ratón pero ¡respeto! pues ambos son profesionales de caza mayor, lobos asesinos de crueldad manifiesta en el pasado y honor puesto a prueba en esta carrera de supervivencia.
Sabes quién va a morir, sabes quién va a sobrevivir, sabes quién matará a quién y, más o menos, sabes cuando lo hará, pocas sorpresas/ningún misterio en un argumento que evoca los mismos aires que su padre espiritual, un espléndido "Camino a la perdición" pero cuyo héroe vive de la fuerza y energía de "Sin escala", "Sin identidad", de colaboración fructífera para el dueto director-protagonista, más una "Venganza" que, aunque cambia el capitán, se mantiene en el mismo rol, rápidez de cámara, cambios de escenario, angustia, temor y lo que sea necesario para la salvación y protección de la familia y, sicario de complemento para hacer más formal la ejecución.
Nada nuevo/cada pieza en su sitio y ningún invitado inesperado, retrotraída tradición de momentos felices ya vividos con hermanas de género y guión que, en el señalado trabajo, cumple con su estela a pies juntillas, más el perpetuo goce de este apreciado actor irlandés que, aunque no ofrezca novedad, siempre es un placer verle desfilar, innegable y querida estrella que luce en noche oscura o clara, de luna llena o nueva.
Noche de tensión moderada y entretenimiento comedido, donde no existe desvelo ni enorme fascinación ya que conoces por anticipado los pasos y el camino pero, a quien otorgamos validez general por el esfuerzo y relación bonita de tiempo compartido delante de la pantalla..., así que, seamos condescendientes y esquivemos, temporalmente, a nuestra inoportuna memoria que estropea, con su fácil y agudo recuerdo de parientes previos, el transcurrir de una velada en la cual todo está servido, visto y ya comido, con mismos o diferentes comensales.
Cita nocturna a la cual no acuden ni la audacia, ni la astucia ni la inteligencia ni la perspicacia de salirse de la norma, ya no de su zapato, sino de cualquier calzado, la sinceridad impecable admite su nivel medio, justo para pasatiempo ligero, temporal y mesurado, un "Cualquier tiempo pasado fue mejor" donde existe cierta evocación nostálgica por lo que se ha perdido, por lo que ya no se puede disfrutar pero ¡qué más da!, les perdonamos, ¡que nos caen bien y le ponen empeño!