Una Rebelión Independiente Pero Autóctona
Diez años después de la terminal inserción dentro del cosmos fílmico engendrado por George Lucas (“Star Wars: Episode III - Revenge of the Sith” en 2005), aterrizó el primer usufructo de la perspicaz adquisición por parte de Disney cuando compró Lucasfilm—estudio que se interpreta como la más destacable franquicia en términos pecuniarios—por un circunspecto valor ($4 billones de dólares). “The Force Awakens” fue el vestigio que Abrams empleo para reflorecer la exánime fuerza entre las entretelas de los ‘warsies’ luego de las marradas precuelas. Comenzando con esta, Disney se responsabilizó en proporcionar un largometraje anuo dentro del litigante calendario cinematográfico. Kathleen Kennedy (co-fundadora de Amblin Entertainment y actual presidenta de Lucasfilm) y el formidable equipo de la factoría ambicionan con fabricar un empírico universo sobre la prodigiosa galaxia muy, muy lejana; y para lograr esto, han determinado tentar la suerte con el experimento bélico de Edwards con el fin de dilucidar si es beneficioso crear una fila de sucesos independientes fuera del vínculo Skywalker. Otoño de 2016 fue la temporada apartada para estrenar la tónica y arriesgada nueva invención; “Rogue One: A Star Wars Story” inaugura con creces esta factible ola de disimilares filmes de una antología galáctica mientras focaliza y afianza su punto más fuerte en la ferviente declaración de su director: cine bélico que no bebe del linfa de George Lucas ni de J. J. Abrams para manufacturar un deferente, nostálgico, meditabundo y en ocasiones plúmbeo apéndice en la mitología de Star Wars.
Pese a que hasta el más ínfimo trabajo alrededor de esta cautivadora constelación tiene el éxito crematístico salvaguardado, su componente narrativo y/o argumental emula la gradación de tópicos de la trilogía original: una princesa esperanzadora, un robot humorístico, un osado misántropo, un pugilato entre el lado oscuro y el lado luminoso y por supuesto el despliegue teatral de naves espaciales rivalizando con frenesí. Inversamente, esta compacta propuesta toma riesgos en cuanto a inquirir en perspectivas inusitadas y primitivas de la galaxia, las cuales ayudan a fortificar e inculcar un concepto más profundo alrededor de la mitología. Y aunque en última instancia es un celuloide de guerra más que remarcable—pese a que meramente esboce ciertas características y centre sus plausibles referencias en “The Dirty Dozen” (1967) de Robert Aldrich—no consigue ser una corpórea película de Star Wars ya que está incesantemente sustentada por el ‘fan service’ y genera un tratamiento muy primordial al desarrollo. Una mirada maravillosa a ignotas superficies desde un ángulo tan familiar como opuesto, un gracejo teñido de tribulación y amargura y uno de los más magnos terceros actos en un ‘blockbuster’ de ciencia ficción/acción/aventura en tiempos recientes son las imprevistas principales ambiciones por parte de un cineasta que, respetuosamente, no tenia de su lado gigantes expectativas debido a los controvertibles ‘reshoots’ finales, las reformulaciones abruptas del guion por parte de Disney y sin lugar a dudas por el trémulo reemplazo en la batuta musical de Alexandre Desplat a Michael Giacchino, sin embargo, nunca es tarde para callarle la boca a unos cuantos.
Situada en el lapso entre el “Episode III” y el “Episode IV”, “Rogue One” aflora a partir de una idea somera de John Knoll, Supervisor General de Efectos Visuales de Industrial Light & Magic, la cual consistía en aclarar la oquedad temporal alrededor de cuál fue el itinerario de los planos de la Estrella de La Muerte hasta llegar a las manos de la princesa Leia Organa, trayecto citado ligeramente en “A New Hope”. Así que se trata de conocer la historia de aquellos seres ordinarios que lograron lo extraordinario. Una inocente Jyn Erso (Felicity Jones) abre con una escena retrospectiva de su puericia, subrayada por la tragedia y la desdicha. Acto seguido, nos la presentan como una prisionera redimida que es trasladada a una sede de la Alianza Rebelde. Allí, se le encomienda una trascendental misión entorno a contactar a su desvanecido padre para ubicar y descubrir la naturaleza y el lugar de una arma perniciosamente poderosa. Y como si de “Suicide Squad” se tratara, el clan de personas cotidianas toma forma progresivamente, encontrando en la fuerza el cardinal motriz. Aunque el fabuloso equipo rebota de un planeta a otro para completar su comisión, averiguamos exiguos detalles sobre el equipo capitaneado por un enorgullecedor Cassian Andor (Diego Luna), asimismo, la mayoría de los fanáticos aclaman más trasfondo para Saw Gerrera, el líder de los Rebeldes de Onderon; algo totalmente símil a lo ocurrido con el Joker en “SQ”. Pese a que la profundidad fue una autentica reverberación, el diseño de los personajes y las interpretaciones son lo que muchos fans estaban esperando. Haciendo gala de un heterogéneo y multicultural elenco actoral, el cual indaga en cada civilización contemporánea, el filme saca provecho del abanico cultural para generar un vasto universo humano-racial dentro de su mundo, del mismo modo, cada intérprete obtiene su momento de gloria antes del determinante y evocador final. Sus actuaciones enorgullecen a la audiencia, tanto así, que fue ineluctable no vitorear en los créditos del metraje.
Más apta para los mayores que para los infantes, más apta para los ‘warsies’ que para las audiencias masivas. Si de escenas de acción y conflagración se tratase, el casi perfecto tercer acto llevaría a el filme a lo sublime, luctuosamente, sus ardorosos y tremendos cuarenta minutos finales no son suficientes para mantener a flote la desgana y multiplicidad del arranque y la exposición, oportunidades faltas de ímpetu y reciedumbre que exclusivamente destacan por las interpretaciones y efectos especiales. En tiempo record, Giacchino compone una BSO embelesadora, nostálgica y fortificante que se articula como anillo al dedo al tono obscuro de cada cuadro, además lo testifican como el primer autor en quebrantar el canon musical de John Williams. “Rogue One” se acerca más a un producto bélico, en donde su espectacular música, sus destellantes actuaciones y sus casi excelentes secuencias de acción irrumpen en tierras ignoradas y para nada displicentes en el mundo de Star Wars, además, el largometraje otorga un mensaje de esperanza y sirve de aliento para todos nosotros, quienes este año perdidos a una grande: la imponente Carrie Fisher. Descansa en paz, mi princesa Leia.