La historia comenzó exactamente en noviembre de 1995. Pixar con el apoyo de Disney estrenaba Toy Story, la primera película de animación por computadora de la historia del cine. Y nada, absolutamente nada volvió a ser igual. En 1999 cuando el nuevo milenio ya se asomaba llegó su tan esperada secuela para enamorar con nuevos personajes a más chicos de todo el mundo. Todo parecía que había quedado ahí, pero en 2010 aquellos niños habíamos crecido igual que Andy, y el perfecto y épico final de Toy Story 3 nos hizo llorar a mares, porque significaba el cierre de una etapa, el broche de oro de nuestra infancia.
Supimos soltar, pero aún queda mucho que aprender.
Pasaron 9 años de aquel cierre en el que Andy entregó sus muñecos favoritos a la pequeña Bonnie, y Toy Story 4 nos encuentra a nosotros, a los niños de los atesorados 90’s, más grandes (en mi caso pisando los 30), más maduros, sensibles y con otra visión del mundo, de la vida. Ya no nos creemos inmortales como hace 9 años.
La historia se centra ahora en Woody y no más en Andy, quien ya no está en esta entrega, al menos de manera directa, porque Andy en esta oportunidad somos más que nunca nosotros. Y cómo nos va a interpelar. La vida de Woody ahora como muñeco de Bonnie, la nueva aventura en la que se sumerge, su destino y todo su existencialismo nos va a llegar como un cachetazo que nos hace preguntar que estuvimos haciendo en estos años, si seguimos persiguiendo nuestros sueños. Si supimos escuchar a nuestro corazón. Toy Story 4 es acaso la película más adulta de la saga, profunda, romántica, filosófica, e increíblemente hermosa.
Es tan perfecta que asusta.
Toy Story en 1995 había revolucionado a la industria del cine por su formato innovador, el modelado en 3D, su guion original, y la creatividad de sus personajes llenos de alma y empatía. La evolución en la tecnología y en la animación de esta entrega está en niveles que por momentos dan miedo si pensamos en hasta dónde puede llegar. Cada fotograma es una obra de arte y Pixar lo sabe, sí que lo sabe, al punto de subrayar con primerísimos planos a los personajes, las facciones y cada uno de sus gestos. Todo se ve mágico y a la vez real, la fotografía es exquisita, con una profundidad de color que nos sitúa de lleno en los diferentes escenarios. La iluminación y su incidencia puntualmente en algunos personajes es súper delicada, está llena de pulcritud y belleza. ¡A mí no me engañan, ese gato es real!
Los viejos y los nuevos, todos suman. ¡Y los amamos!
Los tradicionales personajes que acompañan a Woody y Buzz no tienen el protagonismo y el tiempo de pantalla de las anteriores entregas, y la verdad que es una correcta decisión por parte de Pixar, ya que sus arcos narrativos y todo lo que dieron como personajes había llegado a una perfecta conclusión. Toy Story 4 entendió que era momento de avanzar por este lado también.
Entre todas las dudas que comenzaron a surgir a partir de las primeras imágenes de la película, las que tenían más peso eran sobre el regreso de la pastorcita Betty y la incorporación de novedosos personajes, particularmente Forky, la creación de Bonnie a partir de una cuchara tenedor que luego cobra vida y se vuelve en su nuevo juguete favorito. Rápidamente las dudas desaparecen. Betty, la muñeca de porcelana, en un claro y lógico sentido de estos tiempos está llena de valor y empoderamiento. Cuestiona el pensamiento clásico de Woody de que los muñecos tienen que tener a un niño, ella está abierta a la aventura y prefiere ser un juguete perdido pero libre, y no pertenecer a alguien más.
Por su lado Forky con su extraña fisonomía y manera de caminar, nos llena de ternura. Su destino desolador de creer que es desechable es mucho más profundo de lo que se ve a simple vista, y su voluntad para soñar con una nueva vida llena de amor y amistad es sumamente conmovedor.
Tenemos también a Ducky y Bunny, los peluches de feria con una premisa similar a la de los entrañables Marcianitos de Pizza Planeta, que son los baluartes de los momentos más graciosos del film. ¡Quiero más de estos peluches!
Una genial y muy divertida incorporación es la de Duke Caboom, un temerario motociclista de acrobacias canadiense con un triste pasado, ya que su dueño lo dejó al ver que el muñeco no hacia las destrezas vistas en la publicidad de televisión. Además Duke lleva la voz e impronta del magnífico Keanu Reeves.
Gabby Gabby, una muñeca que vive en una casa de antigüedades, es en principio la antagonista de Woody en Toy Story 4, pero durante el desarrollo de la trama vemos su lado más ¿humano?, y empatizamos enseguida con sus sueños frustrados y el deseo de recibir el amor de una niña. A Gabby Gabby la acompañan cuatro muñecos ventrílocuos que harán de las suyas y que junto a una fugaz pero épica aparición de un juguete muy muy particular, son un claro homenaje a los inicios de esta mágica historia allá por 1988.
Toy Story 4 es una secuela que no esperábamos, que no sabíamos que necesitábamos y a la que vamos a abrazar igual de fuerte que a sus antecesoras. Pixar logra hacernos reconectar otra vez con nuestra infancia, pero ahora desde otro lado. Ya no desde el lugar de soltar para avanzar, si no con una mirada panorámica de nuestro pasado, nuestro presente y futuro. En el que podamos contemplarnos a nosotros mismos, despertar esos sueños que más de una vez nos dijeron que no eran posibles y nos hicieron dar la cabeza contra la pared. Y que todavía nos quedan, como a Woody, mucho que aprender.