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    Juntos y revueltos
    Críticas
    2,5
    Regular
    Juntos y revueltos

    Vacaciones en África

    por Alejandro G.Calvo

    Es imposible no estar enamorado de  50 primeras citas (2004), esa deliciosa comedia romántica -una de las mejores del nuevo siglo- que unía a Adam Sandler y Drew Barrymore en una historia de amor que debía reiniciarse cada día -tenía su toque a lo Atrapado en el tiempo (1993)- por culpa de la anomalía neuronal que padecía la protagonista. Frank Coraci, un realizador habitual de la comedia de humor más grueso, Kevin James mediante, recupera al dúo actoral -ya trabajó con ellos en El chico ideal (1988)- en esta Juntos y revueltos, una bonita aunque descafeinada, y no con pocos clichés, historia de amor y odio enmarcada en un subgénero aún más temible: el de la comedia familiar.

    Coraci, cuyo único hit remarcable es la divertidísima Click (2006), planea una viaje a África para dos familias escindidas: él, con tres hijas, es viudo; ella, con dos hijos, está divorciada; donde se parte del odio natural del primer encuentro a la inevitable historia de amor donde los chavales sirven como anclaje para resaltar los valores morales de los progenitores pese a su más bien torpe incapacidad para entablar una nueva relación amorosa. Si la parte romántica se sustenta bajo el ABC del mainstream más consabido, la parte cómica se sostiene merced a una serie de buenos chistes diluidos en un continuo dislate de gags con África como telón de fondo -es significativo que ni siquiera se diga a dónde del continente viajan, como si todo él fuera una suerte de parque temático con bungalows 5 estrellas y continuos safaris destinados a resultar lo amablemente exótico del lugar-.

    En el otro extremo de las comedias punk de Sandler -Jack y su gemela (2011), Desmadre de padre (2012), Niños grandes (2010)-, Juntos y revueltos peca por defecto: se hace necesaria más mala leche o un mayor riesgo a la hora de abordar según que chistes. Es indudable que la química entre Sandler y Barrymore se mantiene a flote pese al oleaje de avestruces, rinocerontes y chavales en celo, pero se ha de aspirar a más si uno quiere llegar a un público que, al menos, haya alcanzado la pubertad.

    A favor: El chiste de los tampones.

    En contra: La resolución en el campo de baseball.

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