Películas caseras
por Suso AiraLa verdadera esencia de la secuela en el género de terror no es la de seguir explorando en una mítica abierta, llámese maldición o llámese monstruo o criatura diabólica, anómala. La verdadera razón de las continuaciones en el ámbito del cine de horror es el de darnos, como espectadores y como personas, una nueva oportunidad de enfrentarnos a nuestros miedos. Y quien dice enfrentarse dice seguramente volver a asustarse con lo mismo, como si en cada nuevo susto le restáramos esa capacidad turbadora que lo extraño, lo sobrenatural y lo desconocido tiene para con nosotros. Es por estas razones por la que suelen funcionar tan bien las segundas partes de films terroríficos, pero también por las que, en ocasiones, son mal recibidas.
Algo de eso le ha sucedido a la continuación de Sinister, título que se coló entre toda esta nueva corriente de películas que buscan en el susto de toda la vida y en la atmósfera su principal objetivo. Títulos como Insidious (ya trilogía) o Expediente Warren, con precuela ya estrenada (Anabelle) y continuación en proceso de rodaje actualmente. Sinister se sabía ya con la capacidad de obviar ese componente casi camp de artificio parapsicológico tan ochentero (El ente y Poltergeist eran los modelos más o menos explícitos, sumados al american ghotic) para convertir una historia típica y tópica de casa encantada en una aterradora incursión en el espeluznante universo de las maldiciones y del Mal como entidad vampírica… y cinematográfica. Obvio e inteligente juego de espejos cinematográfico, Sinister otorgaba al celuloide unos poderes satánicos, de magia oscura. Esta secuela, mal recibida tal como comentaba hace unas líneas, incide en esa personificación malvada y avisa del hecho de recoger, registrar y proyectar imágenes… de invocar al peor de nuestros demonios y convertirlo en el realizador de una pesadilla, un acto de vileza que quedará marcado para siempre, aguardando a una nueva reedición. Lo que sucede es que Sinister 2 abandona esa abstracción terrible de la maldición, esa anónima constatación de que cualquiera (especialmente los niños) puede ser víctima de esas fuerzas inexplicables y asesinar, matar y morir para alimentar una bestia en una dimensión (muy Insidious y muy la mansión Belasco de La casa infernal escrita por Richard Matheson). Nombrando al enemigo, Sinister 2 pierde su fuerza turbadora, pero no la de seguir repitiendo esos sustos y esos malos sueños que queremos ver en el cine porque son nuestras películas caseras del miedoso inconsciente. En ese sentido, el film funciona, tiene buenos momentos (los contactos de los niños con las víctimas atrapadas en ese mundo reverso) y hasta demuestra que la sombra de la Mamá de Andy Muschietti es alargada.
A favor: su malvado juego con el cine como instrumento del mal.
En contra: que trate de racionalizar la maldición de manera tan banal.