No seré yo quien descubra a Eduard Fernández, un magnífico y talentoso actor, cuya sola presencia ya impone y llena toda la pantalla, capaz de convertir el peor de los guiones en auténtica poesía para tus oídos -y éste no es el caso-. Un ser egoista y manipulador, cuyo único centro del universo es él, en manos de 6 mujeres que forman parte de su vida, para ver quién de ellas le salva el pellejo, quién consigue librarle de asumir la responsabilidad de tener que aceptar sus actos; amante, mujer, cuñada, ex-novia abogada, madre, psicóloga..., todas ellas en posesión de un pedacito de verdad, asomo leve de la personalidad, de la pregunta sobre quién es realmente este tipo. Poco contexto -apenas una habitación-, mucho diálogo e intercambio de palabras interesadas, cámara fija y estática para un relato ascendente, de seguro crecimiento hacia su madurez; poco impacto inicial, apenas leve enganche emocional que va tomando forma conforme avanza para llegar a su explosión, exhibición desnuda de la verdadera esencia de nuestro protagonista. Basada en una serie de televisión y expuesta en formato de teatro, no cubre tus necesidades instantáneamente, pequeña desilusión inicial que va desapareciendo conforme rueda en su recorrido; lo cual es seguro gratificante para el espectador, satisfacción y placer final confirmados. No es el gran summum, peliculón que la crítica tanto ha elogiado -excepto la siempre magistral actuación de nuestro protagonista-; es una interesante propuesta -por sus diversos enfoques-, con un cuidado y esmerado guión -alma matter y centro episcopal de nuestra basílica-, con una atrayente y seductora interpretación principal rodeada de buenos secundarios. No llegar a disfrutar, poco a poco, de este elenco, de este esmerado conjunto formado es digno de castigo!!!; aunque, pena suficiente posee ya quien pertenezca a ese grupo!!!