¡Es Jodorowsky!
Nada es dejado a la casualidad, todo tiene su razón de ser, su por qué, su lugar correcto, cada detalle, cada gesto, cada buscado personaje, cada específico color, cada frase intencionada que esconde una ironía escabrosa, cada punzante diálogo que emite una verdad atroz, cada palabra aislada de contenido voraz, cada sujeto de predicado mortal, misiles explosivos de sensibilidad locutoria y emoción corporal, surrealismo llevado al máximo de su expresión, cumbre de la más fructífera extravagancia, un espectacular circo de danza, magia, color, diversión y tristeza, metáforas y símiles a bombo y platillo para exhibir la dureza de sentimientos encontrados o nunca despertados, la crudeza de la veraz hipocresía sinonimia de vergüenza y amargura en su más indecorosa salsa, la reina de las emociones ambivalentes que se deslizan por el tobogán de la vida, divergente muestrario de una inmensa y rica variedad de sabiduría, talento y maestría en su exposición, inteligente lectura que intenta captar toda la sutileza exhibidas pero que se vuelve loca y torpe ante el jolgorio masivo y el festival veloz de información que es vertida ante sus caóticos oídos que no pueden ser saboreados a ritmo tan incesante, ante unos ojos hipnóticos y cautivos conscientes de la pérdida de lo no captado y la sabiduría de lo absorbido, una emocionante, fugaz, efervescente fábula de meticulosa perfección, de bufonada continúa y veracidad peligrosa, un continuo despropósito de absurdas escenas y estrafalarios fotogramas que encierran la magnífica e imponente caja de Pandora, una profunda elocuencia y una esmerada lingüística, escenografía, fotografía, guión para una hermosa locura de argumento de fantasía, imaginación, amplitud y generosidad pocas veces realizado.
No es fácil de entender, no a todos enamora, no a cualquiera fascina su ingenio y peculiar talento, su rodaje precisa devoción, atención y mirada constante, sin evasivas ni tiempo muerto en el cual perder su estiloso rumbo y maravilloso proceder, un espléndido encantamiento de unos pocos fanáticos, seguidores incondicionales que disfrutarán del exquisito placer y delicioso sabor de un menú compuesto de alternativas inimaginables y alternancias inconcebibles, platos para todos los gustos y paladares -amargo/dulce,/salado/especiado/picante/desaborido...-, la variedad en uno, la inmensidad del todo dentro de la más absoluta nada, la incomprensible unidad que lo abarca todo pero sólo alcanza la nulidad, una estrambótica y bella ópera realizada con magistral arte para la magnificencia y elegancia del Séptimo Arte.
Incluso para aquellos que no guste ni la soporten no podrán evitar reconocer su diferencia respecto lo cotidiano, su margen al límite de lo común, su hábitat en una estratosfera teatral al alcance de un pequeño grupo exclusivo donde su drama-tragicomedia sobre la existencia es diferente y única, original y pocas veces hallada, un singular proyecto que a nadie dejará indiferente, ni a fervientes leales ni a radicales detractores, abrazo o rechazo supremo, no hay término medio que acerque ambas posturas ni permita la cordialidad, tan radical/letal/subversivo/provocador/característico como sólo él puede ser.
"...sentir el despegue del pasado, aterrizar en un cuerpo de adulto, soportar el peso de los dolorosos años, conservar al niño..., como un canario blanco..., ventanas y puertas abiertas por donde atraviesa el viento, sólo el viento..."
¡Es Jodorowsky!