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    La Danza de la Realidad
    Críticas
    3,5
    Buena
    La Danza de la Realidad

    Viaje a la infancia

    por Eulàlia Iglesias

    Alejandro Jodorowsky en persona nos invita a pasearnos por los recuerdos de su infancia. El director, que llevaba más de dos décadas sin coger una cámara, nos guía a través de la voz en off por su Amarcord particular. La danza de la Realidad supone el regreso del cineasta al país que le vio crecer, Chile, a través de la evocación de los años que pasó allí como niño. En la película se entremezclan remembranzas con proyecciones de los deseos del protagonista para elaborar una suerte de film­terapia que le reconcilia con su pasado y con la figura de un padre autoritario.

    Jodorowsky recupera a la figura de su progenitor, un comunista incapaz de demostrar ningún cariño, y le otorga la posibilidad de que viva una vida más de acuerdo con sus anhelos. El personaje vivirá su propia aventura de transformación personal cuando intente acabar con el tirano que domina el país. Y convierte a su madre en una mujer que canta todos sus diálogos como si fuera la soprano de éxito en que nunca se convirtió. Entre el padre violento y la madre protectora, el pequeño Alejandro va descubriendo los sinsabores de la vida.

    Ajeno a cualquier voluntad documentalista, el cineasta puebla sus recuerdos de todo tipo de situaciones y personajes extravagantes, situando su película en un territorio estético cercano al surrealismo. En este sentido, La danza de la Realidad se sitúa más cerca del despliegue imaginativo y el imaginario circense de un melodrama exacerbado como Santa sangre que de los experimentos lisérgicos de El topo o La montaña sagrada. Resulta de lo más estimulante la capacidad de Jodorowsky para ofrecer secuencias de una gran potencia visual, aunque en algunos momentos corra el peligro de adoptar los peores tics del realismo mágico. La psicomagia del artista franco-chileno solo nos interesa cuando consigue revertirla en películas como ésta.

    A favor: la fuerza de escenas como la de la madre paseándose desnuda por un bar lleno de marineros incapaces de verla o la de los mineros tullidos amenazando a los protagonistas.

    En contra: el episodio del padre y el dictador resulta un tanto farragoso.

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