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    La imagen perdida
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    La imagen perdida

    Recuerdos del holocausto camboyano

    por Eulàlia Iglesias

    Rithy Panh tenía 11 años cuando los jemeres rojos tomaron el poder en Camboya. Hijo de un profesor, fue encerrado junto a sus parientes en uno de los campos de la muerte donde perecieron centenares de miles de personas. A los 13 años había perdido a la mayor parte de su familia. Él consiguió escapar y se exilió a Francia, donde devino cineasta. Su filmografía es fruto del empeño por recuperar la memoria del horror que asoló su país. En títulos como S21: la máquina roja de matar (2002) o Duch, le Maître des forges de l'enfer (2011) ha confrontado desde el presente a los verdugos del genocidio en la antigua Kampuchea. Pero hasta el momento su obra se había planteado  desde un sentido colectivo de la historia. En La imagen perdida regresa al genocidio jemer, pero por primera vez adopta el punto de vista  autobiográfico. Panh recupera del olvido y relata desde la primera persona sus propios recuerdos del holocausto camboyano.

    “La deportación de Phnom Penh es una imagen que falta”, explica el propio cineasta en un momento del film a través de la voz en off que presta el actor Randal Douc. Cualquier película sobre el horror entraña una reflexión sobre la representación del mismo. La imagen perdida, Panh se enfrenta a la no existencia de documentos visuales sobre el holocausto que sufrió su pueblo, recuenta todas esas imágenes que faltan del proceso de exterminio. En su objetivo de hacer tabula rasa y construir un nuevo país desde la nada, los jemeres rojos destruyeron la mayor parte del patrimonio cinematográfico camboyano al tiempo que elaboraron películas oficiales y propagandísticas sobre una realidad que no existía. La falta de imágenes de las atrocidades en Camboya parece  condenar al olvido esa etapa de la historia. El director cubre esta ausencia con una decisión estilística insólita. Evoca los recuerdos de su infancia ligada al horror  desde el relato en off y a partir de un texto autobiográfico anterior, La eliminación (traducido al castellano por Anagrama), coescrito junto a Christophe Bataille. Pero los visualiza a través de pequeños cuadros compuestos por figuritas de arcilla que a veces se sobreponen a las escasas imágenes de archivo supervivientes. Con estas viñetas de un pesebre laico compuestas por muñequitos inmóviles y naífs, Panh, que esta vez ha  dejado de lado el sobrio distanciamiento que presidía el resto de sus films, evita cualquier exceso melodramático sin restar emoción al relato. En La imagen perdida confluyen los recuerdos íntimos con la memoria histórica, la narración personal con la reflexión metacinematográfica en uno de los films más conmovedores y escalofriantes del año.

    A favor: la evocación del fallecimiento del padre que se deja morir de inanición, del del hermano “condenado” por tocar en un grupo de pop...

    En contra: que una película tan importante, que además puede conectar fácilmente con el público, no goce de la atención que se merece.

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