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Gerardo M.
4.539 usuarios
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2,5
Publicada el 2 de diciembre de 2014
Algún tipo de magia
Cuando alcanzas el compromiso de estrenar un film a ritmo anual pueden ocurrirte dos cosas: o eres un genio y mantienes el nivel en cada nuevo trabajo, o acabas estrenando filmes de relleno y, de vez en cuando, una obra que desborde raza e ingenio. A Woody Allen le pasa. Pocas cintas recientes del cineasta neoyorquino son remarcables. “Match Point”, Midnight In Paris” o “Blue Jasmine” tienen el dudoso honor de coronar una filmografía en la que también existen “To Rome With Love” o “Vicky Cristina Barcelona”.
Desgraciadamente, su nuevo trabajo, “Magia a la luz de la Luna”, pertenece a ese grupo de películas que el realizador realiza como relleno. No hay en ella una sola chispa del genio que sí destilan esos productos de mayor calado con los que Allen consigue reconocimiento y réditos en taquilla. Sí, tiene unos diálogos ágiles y con frases remarcables -lo oculto como perfecto lugar en el que los espíritus pueden abrir un restaurante-, esos tonos con los que Allen concibe el sur de Francia, su puesta en escena minimalista y una selección de música que va desde Stravinsky hasta Cole Porter.
Pero no hay nada en ella que destaque por encima de otras de su carrera. Lo peor que tiene es que es típicamente alleniana, sin despuntar ni sorprender. Recoge todos los tópicos del cine del director, y esto será suficiente para sus admiradores, pero insuficiente para aquellos que no nos conformamos a estas alturas con tan poca cosa. Y, en esta ocasión, la trama amorosa del film está tan pobremente desarrollada que acaba de lastrarla, especialmente en sus soporíferos quince últimos minutos, cuando toca cerrar la historia aunque sea de forma abrupta.
Eso sí, no deja de ser un film disfrutable y ameno, con una historia simpática y deliciosa, a pesar de que no sea tampoco una maravilla. Ayudan a hacerla más llevadera una pareja protagonista en estado de gracia. Colin Firth interpreta al típico británico estirado y escéptico con la comicidad verbal contenida de la que sólo él sabe hacer gala, y Emma Stone aporta vida y desenfado al dúo. Pero es una lástima que se desenvuelvan en un entorno tan familiar y transitado por el director y guionista, al cual le aconsejaría que se tome un respiro entre proyecto y proyecto y que los madure un poco mejor. Y, de paso, que no nos reitere tanto la moraleja final de la película. Porque sí, aunque el mundo pueda parecer que tenga un propósito, no está totalmente falto de algún tipo de magia. Pero eso era algo que se puede desprender fácilmente de la historia sin que nos lo expliquen con interminables líneas de diálogo.
A favor: Colin Firth y Emma Stone, que satisfará a los fans de Allen poco exigentes En contra: es una típica película de Woody Allen, sin sorpresas; la historia de amor y cómo lastra el film