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    Ojalá estuviera aquí
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Ojalá estuviera aquí

    La crisis de los 30

    por Xavi Sánchez Pons

    Una década después de probar suerte en el cine con la desigual pero interesante comedia dramática Algo en común, película que catapultó a la fama al grupo musical TheShins, y filme generacional de principios del siglo XXI, el ex niño prodigio de la televisión Zach Braff (Scrubs) vuelve a probar suerte en la pantalla grande con Ojalá Estuviera Aquí; película reincidente en eso de las risas y lágrimas. Un escalón por debajo de su debut, el segundo esfuerzo del norteamericano es un correcto ejemplar de cine independiente escuela Sundance, uno de esos crowd-pleasers que se disfrutan casi como guilty pleasure y apenas dejan huella una vez finalizada la proyección.

    De excelente acabado y factura (esos travellings elegantes que salpican todo el metraje) y con un reparto destacado (Mandy Patinkin, Kate Hudson, Jim Parsons) a pesar de haber sido un proyecto iniciado gracias a una campaña de crowdfunding, la película luce más de lo que finalmente ha costado, un logro de Braff y su equipo de producción, Ojalá Estuviera Aquí parte de una historia autobiográfica (la muerte del padre de Braff) e intenta poner en imágenes el proceso de maduración de un treintañero aspirante a actor en plena crisis existencial. Muchos son los temas tratados en el filme: la muerte de un ser querido; la crisis de pareja; la educación de los hijos; la fé religiosa; y quizás ese sea uno de los problemas. Son tantos, que al final ninguno es tratado con profundidad. Braff vende en un envoltorio goloso (banda sonora indie, buenos actores, puesta en escena a ratos embriagadora) unos personajes y conflictos faltos de emoción. A excepción del padre con una enfermeda terminal, un conmovedor Mandy Patinkin, el resto de protagonistas de esta historia coral son indiferentes al espectador y solo tocan a un nivel epidérmico.

    ¿Qué es lo qué sí funciona en Ojalá Estuviera Aquí? Pues su pulcro acabado, su apuesta por la comicidad excéntrica (el gag del rabino montado en un segway, los hijos de Braff atados con precinto), y ese intento por probar suerte en la comedia dramática escuela Hal Ashby. Aunque aquí se quede a años luz del autor de Harold y Maude y sus discípulos más aventajados. Léase Wes Anderson, Mike Mills y Noah Baumbach, entre otros.

    A favor: MandyPatinkin.

    En contra: el carácter previsible de la historia central.

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