"Cucarachas o dinosarurios", tú ¿a cuál perteneces?
La primera escena inspira, apunta maneras y abre posibilidades deliciosas de ajuste de cuentas en esa fantasía, que cualquiera en su momento ha tenido según circunstancias más dolorosas y extremas, que permite llevar a cabo todas esas ideas macabras y de desahogo de una venganza que, en la realidad de la sociedad civilizada, nunca serían llevadas a término, libertad de actuación y violencia, sin freno ni parangón, donde los que sufren sueltan su furia y angustia para justicia divina no concedida por las leyes.
La panda de morosos se enfrenta a la troika, el fenómeno adquiere relevancia mundial, imitadores surgen por todas partes, locos muy cuerdos con la fórmula necesaria para acabar con la crisis y solucionar los problemas del país, sencillo, directo y de lógica aplastante realizado a través de un humor negro, ácido y guasón que utiliza el escenario de un circo, vuelto charanga delirante, donde se cruzan las verdades irónicas de un guión que expresa evidencias punzantes con el desmadre de sangre, tiros y un plan descabellado en el que hay poco que perder/mucho que ganar.
"Las cucarachas sobreviven a las langostas", al menos en esta fábula de pacto de demencia cuyo propósito es la diversión, la carcajada y risa sonora, cosa distinta es que lo consiga pues, con el intento dramaturgo de representar una tragedia con comicidad e hilaridad como estandarte, únicamente logra despertar ligeras sonrisas, más por la barbarie física de una actuación salida de madre, que toma el camino vertiginoso y ascendente hacia el despropósito y el disparate, que por el contenido sabio y concienzudo de sus sinceras y elocuentes expresiones, agraviantes diálogos de honestidad y franqueza recitada sin pudor y a mucha honra de ese plasmado orgullo de quien roba a sabiendas del mal y de la impunidad del acto pues el perjuicio es para otros/el beneficio todo suyo.
Y es una pena que la atención y disfrute derive hacia las escenas grotescas y absurdas, llenas de extravagancias excesivas, y pase tenuemente, casi adormecido, por el discurso veraz de un público, ciudadano medio, harto que le mientan, mangoneen y abusen de su inocencia por creer en los encargados de dirigir la nación; oyes el argumento explosivo cargado de razones elocuentes y dignas, todas familares y muy consabidas, escuchas la agudeza de decir en alto, con ingenio atrevido, esas certezas que los culpables de corbata y traje, nunca condenados, jamás confirmarán pero, sin embargo, y también sin pretensión, te atrae y gusta más la parte del caos, desorden y violencia gratuita a mansalva.
Excelentes actores, sorpresa mayúscula y afortunada de contar con todos ellos juntos, reunidos en un filme cuyo agudo contenido lingüístico no cala ni se absorbe como debería, su voz de protesta, reivindicación y osadía de acto no se aspira con interés, ni se incrusta con determinación, su discurso resulta leve y ausente, como quien oye sin escuchar pues está pendiente de la próxima mano a succionar, lo cual lleva que toda su representación teatral pierda enteros y decibelios, fuerza asistente para el numerito físico de show, teñido de rojo, que cubre la acepción perdida de su alegato dialéctico.
"Recortar o ser recortado", Isaki Lacuesta ha recortado sus opciones de éxito mayor al no lograr que el público quede hipnótico y estupefacto ante la sólida declaración de intenciones, como a todo buen loco, le ha sucedido que nadie hace caso de las cosas que dice, aunque éstas sean verdades como puños, pues están a la espera de la siguiente tontería.
Pretende una gracia que no logra, una distracción que no alcanza el nivel que ambiciona, procura los elementos para la juerga y diversión pero queda lejos de su efervescente logro, efecto tibio que entretiene y ameniza; como cualquier episodio de "La que se avecina", aunque, cierto es, que la panda de "leones o huevones" llega a crear, más risa espontánea y dispersar más jolgorio irreverente, que la presente cinta con todas sus buenas intenciones.
Desvarío cómico en tinta impresa, en su práctica escénica no llega a tanto, un final feliz donde todo se arregla a base de cuatro hostias bien dadas a quien lo merece, excepto que, esta chifladura de héroes mundanos que toman el mando, adolece ante un espectador que no logra participar de la jarana, que observa la temporal enajenación mental de los osos panda sin gran alborozo ni profundo gozo; mítica leyenda cuya vesania se capta a través de la vista pero pierde y se desinfla en su concepto pues como chiste humorístico no posee tanta socarronería como cabía esperar, fiesta que desperdicia el gran talento de todos sus asistentes, pocas veces se podrá concentrar, a tan buenos intérpretes, en una sola cinta.
Murieron por encima de sus posibilidades pero, sin sacar ni exprimir todo su aptitud o provecho. Lástima.