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    El Desconocido
    Críticas
    3,5
    Buena
    El Desconocido

    El thriller va por dentro

    por Alberto Lechuga

    En una de esas casualidades de perfecto timing, la noche anterior al pase de prensa de El Desconocido una famosa cadena de televisión consagrada a la emisión cinematográfica programó A la hora señalada, el popular thriller 90s de John Badham. Es éste lo que podríamos catalogar de manera divertida como “thriller de dispositivo”, tanto por partir de un mecanismo concreto en lo argumental y formal - ya sea relativo al tiempo, al espacio o ambas cosas - que lo dota de unas reglas particulares, como en cuanto a que, en un plano más literal, sus personajes suelen estar atados a un artefacto clave en el discurrir del reto al que se enfrentan: walkie talkie, móvil, ordenador, pinganillo... Así, en el caso de A la hora señalada, a la publicitada narración en “tiempo real”, que obligaba a Depp a solucionar el entuerto en 90 minutos y a Badham a insuflar de urgencia un relato lineal y acotado, le acompañaba un complejo hotelero como tablero de juego y la presencia de diversos relojes, walkie talkies y una pistola como símbolos de la omnisciente vigilancia a la que someten al protagonista, y de los que Depp intentará zafarse en repetidas ocasiones. Con mayor o menor apego a su punto de partida, se trataría de un subgénero laxo del que ya habríamos visto numerosas variantes, de la Última llamada que terminó de situar a Colin Farrell en el mapa mainstream a la reciente Open Windows de Nacho Vigalondo, en un hilo en el que también podríamos encontrar algunos thrillers de Hitchcock, con La ventana indiscreta a la cabeza. A partir de esas mimbres, este tipo de thriller ha basculado generalmente entre dos diferentes resoluciones: abonarse al juego formal que permite su planteamiento (Grand Piano) o ahondar en el proceso dramático que le supone a su protagonista (El Desconocido).

    En El Desconocido, sólido debut de Dani de la Torre, el campo de juego es el coche en el que Tosar viaja con sus dos hijos y las reglas ordenan mantenerlos anclados a sus asientos ante la amenaza de una desconocida voz al otro lado del móvil que afirma haber situado una bomba bajo el asiento de cada pasajero, espacio que no podrán abandonar hasta que le transfieran una abultada suma económica. Con esta premisa, el director gallego aprovecha para desplegar un riguroso ejercicio de tensión y suspense, en el que una ágil dirección y un preciso montaje impiden igualmente al espectador levantarse de la butaca. En definitiva, se trata de una propuesta de cine comercial de calidad, que puede mirar a la cara al referente hollywoodiense y que acerca a De la Torre a otros artesanos contemporáneos que ya marcaran la pauta, como el Daniel Monzón de Celda 211, con la que comparte algunas virtudes más allá del protagonismo estelar de Tosar.

    Pero si sorprende pensar que El Desconocido sea el primer largo de su director, no es tanto por ser capaz de llevar con pulso firme los momentos más espectaculares de una superproducción – que también; el plano secuencia de la plaza se sitúa ya entre los más virtuosos del año – como por saber hacerlo pivotar con fluidez entre el thriller vertiginoso y el drama intimista. Y es que a pesar de su músculo técnico y su aplicada caligrafía genérica, es al concebir el coche en cuestión al tiempo como bomba de relojería en mitad de la ciudad y al tiempo como espacio de dolorosa intimidad para el viaje catártico de Luis Tosar, donde la película adquiere cuerpo y donde encontramos a la postre cierto espacio para la belleza, como en ese gesto con el que Tosar intenta lavar la sangre de sus manos bajo la lluvia, ajeno por un instante al caos que transcurre a su alrededor.

    Desde el momento en el que el personaje de Tosar arranca el vehículo para llevar a sus hijos al colegio asistimos al implacable proceso de desintegración de un director de sucursal bancaria que si bien se sabe culpable de haber engañado a sus clientes, ha podido solventar la carga instalándose en esa especie de limbo moral del intermediario (“yo solo cumplía órdenes de arriba”). Es aquí donde entre en baza el tour de force intenso y comedido de Luis Tosar, actor que habitualmente se apoya en su dominio físico y que aquí se valdrá casi exclusivamente de rostro, voz y manos para mostrarnos el mapa emocional de la película, que lo lleva de la máscara recia del (auto)engaño a la vulnerabilidad y, finalmente, a reencontrar la dignidad perdida. Un recorrido que transcurre en paralelo a un arco dramático familiar en el que la película encuentra su anclaje emocional más efectivo, apoyado en una excelente Paula del Río, y que llevará a los niños de la confusión y desconfianza inicial hacia un “desconocido” padre, todo incomunicación, por un proceso de reconciliación que surge de esa inevitable enseñanza de madurez que nos obliga a aceptar que si bien nuestros progenitores no son infalibles, al menos, ahora sí, son los mejores que pueden ser. En plano social en cambio, si bien el dilema no tiene una respuesta tan sencilla, la película apunta en varias ocasiones a un estadio superior de poder, ese blindado y sin rostro que pudre todo a su paso, y convierte a víctimas y verdugos en peones para mantener el statu quo. Quizás sean esos otros desconocidos, apunta De la Torre, en última instancia, los verdaderos villanos de esta función de culpables.

    Lo mejor: el conseguido anclaje emocional de la película y la solvencia de Dani de la Torre.

    Lo peor: el guión hace peaje por ciertos tics chillones del género. Que que no se atreva a salirse algo más del molde.

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