Celebración de felicidad, sentencia de desdicha.
La primera imagen abre directamente tu interés, apetito y entusiasmo por ella y, a partir de ahí, todas ellas son poderosas y robustas, encantadoras de serpiente que eclipsan y paralizan a una razón atenta y conmocionada, a quien se une esa hermosa música, hipnotizadora y turbadora que ameniza el brillante conjunto escénico con maestría de solera bien aderezada.
Poesía suprema filmada con sabiduría de impacto transmitida, seduce, encandila, atrapa, enmudece en su arte de danzar sin necesidad de palabras que empañen un baile encumbrado a espléndida degustación para la mirada, donde el expectante oído tampoco se queda al margen.
Magnífica Inma Cuesta, magnífica la ambientación, magnífica su representación, magnífica la versión de las maravillosas bodas de sangre, magnífico espectáculo que enriquece el alma al tiempo que mima y seduce a un oído encantado de prosa tan bella y certera, mientras se saborea, sin descanso necesario, este apasionado vals por unos ojos fascinados ante el compás, la lentitud y exhibición de un amor grandilocuente a tres bandas, donde se masca la tragedia por un no poder ser que arrastra, ciega y enloquece, por un realizado ser que traiciona, enfurece y planta la semilla para ese malicioso desenlace de orgullo, traición, odio y matanza por todo lo acumulado.
“No te cases si no lo amas”, pero se casó y no lo amaba, no con el deseo, locura y pasión de quienes son amantes de cuerpo y alma, lujuriosa aventura inevitable que, como fuego que sube por la cabeza, arde, quiebra y aniquila al tiempo que da la felicidad entera.
Portentoso lamento que se queja de voz mientras se busca desesperadamente con ese contacto de unas manos que abrazan, acarician, sienten y unidas son fuerte cadena de frenesí y arrebato, por poseer a la persona amada.
La noche se está muriendo y vienen las venenosas consecuencias de un tortuoso día, dolor de mujer honrada maltrecha, un paso para poseer el codicioso cielo mientras el infierno espera; letal, espléndida, suntuosa, desgarrador sufrimiento que paga la osadía de querer probar el placer de la dicha, todo con ceremonial procesión lírica, de proverbial vesania, por una adorada mancha que nunca fue eliminada, nunca fue olvidada, nunca será perdonada.
“Óyelo bien, yo no quería” pero, como horrible presente, de radiantes furtivas horas, tomó forma para no volver nunca de donde vino pues, no se puede contener su hambre, despierta todos los sentidos, al igual que la brizna no puede evitar respirar ese aire que te sigue a todas partes.
Elegante dama que viste, camina y habla con valentía e inteligencia de un autor tan importante como Lorca; luna, muerte y esos matizados rotos cristales que Paula Ortiz expone con habilidad artística, para un trabajo exquisito donde todos sus componentes están a la altura del escritor al que representan; escenografía con mayúsculas que se complementa con una letra contundente, unos enfoques estudiados y una centralización en esa expresión facial cuyo rostro capitanea con estilo, vigor y carisma una enérgica protagonista, opulenta en sus registros interpretativos.
Interesante, magnética, imparable, unidad de recuerdo inolvidable que llega, arrasa y devora por dentro; para público exclusivo que disfruta con esa calmada e inquietante coreografía que precede al estallido de la perversión por perder lo que se posee por ley, que no por corazón; no todos caerán embelesados ni extasiados, dependerá de su capacidad sugestiva de intimar con la cinta pero todos, sin excepción alguna, estarán de acuerdo: excelente y admirable plasmación del sangriento casamiento de un García Lorca satisfecho, si éste pudiera dar su opinión.
Sentimiento a flor de piel, espíritu y mente, emociones contenidas que estallan y destrozan, vapuleadas sensaciones divididas entre el deber y la pasión que se transmiten con firme entereza a través de esos esquivos versos; déjate de Romeo y Julieta, esta tierra no miente ni engaña, tampoco calla ante un ferviente amor que llama a las puertas, aunque su llanto y desconsuelo sean eternos.
Fatalidad de ser, o no ser, correspondido por la novia, quien yace, en su noche de boda, con su eterno amor, que no devoto marido; cuando una obra es tan completa, sencillamente observa, escucha y respira su talentoso aroma, envuélvete de su aura y goza.
Lo mejor; su música, fotografía, realización, montaje, escenografía, guión, dirección e Inma Cuesta.
Lo peor; dura hora y media.
Nota 7