Miedo al terror
por Carlos LosillaEn 'Elisa K', el veterano Jordi Cadena se unió a Judith Colell para adaptar una novela de Lolita Bosch sobre el abuso infantil. Al parecer, la escritora le llamó la atención sobre la existencia de otro texto suyo, 'La por', que esta vez abordaba la violencia de género, y Cadena decidió que también lo filmaría. Pero ahí está el equívoco: ni 'Elisa K' ni 'La por' son lo que parecen. Como mucho, podríamos decir que parten de esos temas para irse por otros caminos, mucho más amplios y provechosos. Una película no puede ser nunca un alegato, ni una denuncia, y por eso 'La por' es mucho más simple que todo eso: como su propio título indica, es una película sobre el miedo. Una familia que tiene miedo del hombre brutal que la sustenta, menuda paradoja. Pero también un hombre, ese hombre, que tiene miedo, miedo a estar solo, y que para evitarlo no se le ocurre nada mejor que utilizar la violencia, otra contradicción. 'La por' intenta describir un clima de miedo, de violencia, de crispación absoluta, cuando ese miedo y esa violencia están a punto de explotar, de llegar al límite, y nadie se atreve a nombrarlos.
Cadena ha conseguido una película áspera, desagradable, difícil de mirar, pero que por eso mismo resulta fascinante, una de las más terribles del último cine español. Salvando las distancias, en uno y otro sentido, eso también lo hace Michael Haneke, quiero decir hacer películas sobre cosas desagradables, y tensar la cuerda, y no dejar asideros al espectador. En 'La por', la función empieza de la peor y de la mejor manera posibles: de la peor, porque se sitúa en la frontera de lo insoportable, porque pone al espectador contra las cuerdas, porque retrata un ambiente que se hace irrespirable desde el principio, y para eso hay que tener narices, hay que saber muy bien lo que se quiere; de la mejor, porque esa situación encuentra una puesta en escena contundente, que deja sin respiración desde el primer fotograma y se desarrolla metódicamente, con calculada frialdad, hasta llegar a un efecto final que resulta paralizador. Desde ese momento, 'La por' se convierte poco a poco en una película que resulta difícil habitar físicamente, pero que queremos comprender para entender a su vez todo ese infierno, toda ese horror.
Cadena, decía, se lanza a construir un mundo con poquísimos elementos, construye un clima de intriga malsana sin llegar al exhibicionismo, ni tampoco a la truculencia, sino por medio de planos, gestos, palabras, miradas. Y en ese punto debemos reconocer un par de cosas que lastran su intento, aunque solo sea un poco. Primero, la timidez a que le obligan los medios de producción, realmente escasos, muy bien disimulados, pero disimulados al fin y al cabo: ese disimulo se nota, y le da a la película un aire de tvmovie de prestigio que no merece, y que además no responde a la realidad. Segundo, los actores está dirigidos con mano de hierro, y Cadena ha ahogado en ellos cualquier intento de teatralidad, de sobreinterpretación a lo TV3, que es ahora mismo la escuela de muchos intérpretes catalanes. Uno, sin embargo, que procede también de esas tierras y está familiarizado con sus tics, no deja de ver un cierto deje amanerado, como si no pudieran deshacerse de cierta herencia que los perjudica, más que otra cosa. Ambos inconvenientes tienen que ver con la tradición dramatúrgica de la que proviene 'La por': olvidarse por completo de ella, creo, hubiera sido bueno para terminar de darle forma. Aún así, esta nueva película de Jordi Cadena es sólida, coherente, contundente, valiente: hay que agradecérselo y hay que permitir, sobre todo, que siga adelante.
A favor: su minimalismo atroz, seco, sobrio, que convierte un simple suceso en una historia de terror.
En contra:que el entorno no juegue a favor de Jordi Cadena. O por lo menos no del todo.