La mujer tras el genio
por Israel ParedesA partir del libro de memorias de Jane Hawking (Felicity Jones, lo mejor de la película) James Marsh narra en La teoría del todo la relación entre Stephen Hawking (Eddie Redmayne, también magnífico pero su papel daba para el lucimiento descarado) y su esposa desde que se conocen a comienzos de los sesenta hasta su separación. Un largo recorrido que viene marcado por una relación que va transformándose, sobre todo en la posición de Jane frente a su marido y su papel dentro del matrimonio a la par que la fama de Stephen es cada vez más alargada y aplaudida.
El punto de vista de la película, en teoría, viene marcado por la mirada de Jane, a fin de cuentas son sus memorias las adaptadas. Esto explica que determinados aspectos en la vida de Stephen, sobre todo en el plano profesional, queden algo (o completamente) desdibujadas: lo que importa a los responsables de La teoría del todo es esa transformación de Jane, la mujer tras al genio, parte indisociable de los logros teóricos de su marido, quien si su ayuda quizá no habría logrado ni sobrevivir a la enfermedad. Pero ese punto de vista, bien elaborado en su evolución, queda algo desequilibrado en ciertos momentos de la película, pierde la supuesta objetividad que en un primer momento presenta. Esto resulta importante porque La teoría del todo no es un biopic, aunque lo pueda parecer y en cierto modo, es verdad, acabe siéndolo. Intenta, antes de nada, ser una suerte de relato de la intrahistoria, de lo íntimo tras las bambalinas del éxito de Stephen Hawking. Por supuesto, la película narra de forma certera sus logros teóricos, pero no se introduce en ellos ni en su repercusión mundial salvo de forma contextual, más interesados en Jane y Stephen como pareja. En esto, la película posee su mayor fuerte gracias a la capacidad de Jones para dotar de fuerza a su personaje, evolucionando y marcando cada etapa de su vida de manera magistral: aunque cada tiempo está bien puntuado en la película la interpretación de la actriz es suficiente como para conseguirlo.
El desarrollo de la narración en perfecta linealidad mediante una estructura convencional y funcional resulta muy efectiva, dado que marca a la perfección la evolución interna del relato y de sus personajes. Marsh, y su guionista, Anthony McCarten, asumen que la mejor manera de proyectar y de narrar la relación del matrimonio es seguir su lógica cronológica, una decisión tan acertada como carente de sorpresas. Aunque en este caso, tampoco resulta necesario porque logran introducir al espectador en la historia de manera cómoda, siendo sencillo acompañar el desarrollo dramático sin problemas, sin desvío innecesarios. Todo está ahí, no hay necesidad de buscar más allá de las imágenes de La teoría del todo. Pero, evidentemente, esto supone un lastre, un extraño lastre: la perfecta construcción de la película y su más que cuadrada y medida producción ocasionan al final que La teoría del todo resulte algo fría, incluso insípida. Carente de vida, de energía, salvo en determinados momentos en los que Marsh logra aumentar la tensión al utilizar algún giro real en la vida de Jane y Stephen para lograr que la narración tenga más fuerza.
Por fortuna, no han pretendido hacer el gran biopic sobre Hawknig sino, como decíamos, el relato de una relación y de aquello que se encuentra tras la fama, tras el éxito. En este caso, la figura de una mujer que, en verdad, luchó lo indecible no solo para facilitar a su marido el poder realizar sus descubrimientos, sino también para no perder ella su propia identidad y sus propios anhelos. La teoría del todo consigue transmitir a la perfección todo lo anterior, aunque por el camino vaya apagándose poco a poco y dejando de lado el gran interés que tiene toda su primera mitad.
Lo mejor: Jones y Redmayne y la banda sonora de Johann Johannsson.
Lo peor: Que no acaba de tener el pulso y la fuerza necesaria para redondear la propuesta.