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    El maestro del agua
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El maestro del agua

    Padre coraje

    por Xavi Sánchez Pons

    Demasiado ha tardado Russell Crowe para ponerse detrás de las cámaras. La estrella neozelandesa ha decidido tomar la alternativa a los cincuenta y un años de edad. No es ni será el último caso de actor metido a director (su estreno español llega una semana después del de Lost River, debut también como realizador del treintañero Ryan Gosling). ¿Ha ganado pues el mundo un nuevo cineasta a seguir en el protagonista de Gladiator? Pues sí y no. El maestro del agua es un filme correcto, con factura de artesano, y algunas buenas ideas de puesta en escena, pero todo el conjunto aún está demasiado verde para saber si en Crowe hay una voz personal, o al menos auténtica, a la hora arte de contar historias con imágenes.

    La película es un híbrido entre el drama bélico y el cine de aventuras, una doble naturaleza de la que se acaba resintiendo. El filme tarde una hora en arrancar, demasiado para presentar la historia que culminará en su segundo tramo. La de un granjero australiano que pierde a sus tres hijos en la batalla de Galípoli y viaja a Turquía con la intención de encontrar sus cuerpos. En esos primeros sesenta minutos se muestra el choque de culturas de forma algo superficial (sobre todo en la manida historia de amor que protagonizan Crowe y Olga Kurylenko), y sus mejores escenas son las que sirven para criticar el imperialismo de la época (la absurda y deshumanizada burocracia militar) y la inutilidad de las guerras (las crudas escenas bélicas ponen los pelos de punta).

    Ahora bien, donde de verdad muestra nervio El maestro del agua, dejando a un lado los sangrientos paréntesis bélicos, es en su tramo final, cuando la película se convierte en un filme de aventuras; el personaje de Crowe descubre que uno de sus hijos sigue vivo y empieza la búsqueda. Para encontrarlo se asocia con un grupo de prisioneros de guerra turcos, los mismos que acabaron con las vidas de sus otros dos vástagos. Una unión antitética, muy en la línea de los clásicos del western americano, y uno de los máximos aciertos de este apañado debut tras las cámaras del oscarizado actor neozelandés.

    A favor: las crudas escenas bélicas y su tramo final, puro cine de aventuras

    En contra: la historia de amor ñoña entre Crowe y Kurylenko

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