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    Love & Mercy
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Love & Mercy

    Sinfonía de bolsillo

    por Quim Casas

    Este nuevo biopic sobre músico atormentado (de rock, jazz, pop, country o estándares, sea Jerry Lee Lewis, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Ray Charles, Charlie Parker, Billie Holiday, Johnny Cash, Cole Porter o, en este caso, Brian Wilson) se desdobla muy bien en dos mitades, la que corresponde a la segunda mitad de los años sesenta, cuando Wilson decide darle un vuelco a su música y topa con el resto de Beach Boys, sobre todo con su primo Mike Love, que solo desea hacer surf pop, y la de los ochenta y primeros noventa, cuando Wilson sigue oyendo voces en su interior, se ha separado de su esposa e hijas, le cuesta mucho componer y está dominado por su sicólogo, Eugene Landy, quien le atiborra de pastillas y le explota artísticamente.

    Hay dos aspectos muy interesantes en Love and Mercy. El primero es la supremacía de la creación artística por encima de los problemas personales. En este caso no se trata de la tradicional letanía autodestructiva de alcohol, drogas, sexo, insatisfacción y violencia doméstica que caracteriza el género biopic (y a la realidad, por supuesto), sino que Wilson llega a las drogas ácidas cuando algo en su cerebro ya se ha roto. Tampoco hay ninguna secuencia en torno al divorcio de su primera esposa y la imposibilidad de ver a sus hijas. La película indaga mejor en la evolución artística desligándola en general de los aspectos más dramáticos, por lo que la grabación del álbum “Pet Sounds” y del tema “Good Vibrations”, tan felizmente definido como una sinfonía de bolsillo, o el ansía de hallar el tono preciso para una canción que debe sonar como un llanto sin que de pena, resultan más interesantes (e importantes) que las cuitas con el siquiatra manipulador, el efecto del LSD –que Wilson toma por primera vez cuando ya ha decidido convertirse en un mago del estudio de grabación y explorar todo tipo de sonoridades, instrumentos, melodías y armonías contrapuestas– o, incluso, la dura relación con su autoritario padre.

    El otro elemento de interés reside en la elección del punto de vista. Sin ser una película de narración subjetiva, la visión de la historia, al menos en las partes del Wilson maduro, si que corresponde a un personaje, Melinda Ledbetter (excelente Elizabeth Banks), quien se convertiría en segunda esposa de Wilson en 1995 tras conseguir, legalmente, liberarlo de las garras de Landy. Este le pide en una escena que sea objetiva en sus apreciaciones sobre Wilson, algo que nos atañe también a nosotros. La opción es muy eficaz, ya que equipara el punto de vista de Melinda al del propio espectador del filme. Ella, como el público (incluyendo los que conocen la trayectoria del Beach Boy y los que se acercan al filme sin saber demasiado bien quien es Brian Wilson), se va introduciendo en la vida y personalidad del músico. Y desde su lúcida perspectiva (Melinda es uno de los personajes más neutros pero a la vez útiles del melodrama reciente) lo hacemos nosotros, curiosos voyeurs, como siempre, de otra tragedia americana con final más o menos feliz.

    A favor: las compenetradas interpretaciones de Dano y Cusack y el valor que se le da a la creación musical.

    En contra: algunos lugares comunes en cuanto a la filmación de los brotes de locura.

     

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