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    El libro de la selva
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    El libro de la selva

    El buen remake

    por Paula Arantzazu Ruiz

    La animación Disney de sus años dorados (1937-1967) ha dejado clásicos imperecederos, todavía hoy insuperables en términos cinematográficos y emocionales; algunos más populares como La cenicienta (1950) o Alicia en el país de las maravillas (1951), otros quizá más modestos a primera vista, al no pertenecer al ciclo de princesas y cuentos de hadas de la compañía, pero trabajos que en última instancia han marcado y sigue marcando como pocos los tiernos años de la infancia de varias generaciones. Es el caso de El libro de la selva (Wolfgang Reitherman, 1967). Por eso, y con los resultados de otras adaptaciones recientes en el recuerdo, cuando se anunció una versión live-action de la cinta que sigue las aventuras de Mowgli, lógico que creciera como un golem la sombra de la duda entre cinéfilos y seguidores de la casa de animación: ¿sería capaz Jon Favreau y el equipo de CGI a sus órdenes de dotar a la nueva película del groove, el encanto y la sensación de aventura que impregna la cinta original? A tenor de lo visto, podemos afirmar con alegría que la de Favreau es un actualización tierna, épica y que rinde pleitesía a la película de Reitherman.

    Es importante detenerse en estas líneas en el impactante diseño visual de El libro de la selva-por la que la película se posiciona desde ya como la favorita a todos los premios posibles, tanto en el ámbito de la animación como en el de efectos visuales-; y su suerte de naturalismo National Geographic provoca perplejidad y asombro cada vez que los animales protagonistas charlan y disienten con el pequeño Mowgli (Neel Sethi). De hecho, la película insiste en ese logro digital ya desde su arranque, una espectacular persecución entre Mowgli y Bagheera entre ramas, lianas y troncos por la selva, en la que incluso el pequeño y único protagonista de carne y hueso parece una trasmutación digital de sí mismo por la misma cinética de esa secuencia. Estamos, en efecto, ante un nuevo hito de la capacidad del píxel por mimetizar la imagen analógica aunque buena parte de los espectadores que se acerquen a El libro de la selva lo harán más bien para comprobar si la animación digital es también capaz de impregnar de bonhomía a Baloo, Bagheera, Akela y Rakcha (los lobeznos padres adoptivos de Mowgli). Favreau, en este sentido, innova y se aleja ligeramente de la primera cinta que adaptaba el relato de Rudyard Kipling para darle más protagonismo a los secundarios, especialmente al querido Baloo (más líneas de diálogo, más chistes, más tiempo en pantalla) y sin obviar el guiño musical a ‘Busca lo más vital’, la fantástica canción compuesta por Terry Gilkyson que es desde hace décadas sinónimo del carpe diem que caracteriza al personaje.

    Aún y así, la versión de Favreau busca sobre todo renovar vía el live-action el relato de Kipling por lo que marca una enorme distancia de tono con su predecesora: aunque no se olvida de dos de los principales números musicales de la cinta de Reitherman, Favreau ha construido un coming-of-age algo más oscuro (el tigre ShereKhan no es tan caballeroso como en la película de los años 60), rozando el survival, que también hace hincapié en cómo la temible mano del humano sobre la naturaleza puede alcanzar cotas destructoras irreversibles. Ideas afortunadas para un clásico bien renovado.

    A favor: Baloo por Bill Murray es lo mejor de la película. Y los créditos del final, una maravilla.

    En contra: Le cuesta un poco encontrar el swing; pero cuando llega, la cinta vuela sola.

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