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    Sufragistas

    Lucha armada en femenino

    por Eulàlia Iglesias

    La palabra española sufragistas no recoge el matiz semántico que en inglés diferencia suffragists, aquellas mujeres (y hombres) que lucharon por el sufragio universal de manera pacífica, y las suffragette, las militantes que sobre todo en Gran Bretaña decidieron emprender acciones más radicales para conseguir sus objetivos. Frente al activismo no molesto de las suffragists, las suffragette adoptaron métodos propios de los grupos clandestinos de lucha armada: llamaban la atención con pequeños actos de violencia urbana como el apedreamiento de escaparates o el sabotaje de buzones. En la cárcel, iniciaban huelgas de hambre como medida de presión a las autoridades. El movimiento de las suffragette era interclasista: su principal líder Emmeline Pankhurst, era la esposa de un abogado acomodado, mientras que multitud de mujeres de clase obrera formaban sus bases.

    A la segunda acepción de sufragistas está dedicada esta cinta británica que pretende reivindicar un movimiento injustamente olvidado en el cine comercial. Aunque Pankhurst aparece puntualmente en la película encarnada por Meryl Streep, Sarah Gavron junto a la guionista Abi Morgan han preferido otorgar el protagonismo del film no a la líder histórica sino a una de tantas sufragistas  anónimas que lucharon y se sacrificaron para que las mujeres pudiéramos votar.

    Maud Watts, la protagonista de Sufragistas, encarnada por Carey Mulligan, se ajusta al clásico patrón narrativo de la toma de conciencia: madre y trabajadora irreprochable va identificándose poco a poco con las luchas de las militantes hasta entregarse a su causa sacrificando por ella empleo y maternidad.

    Las responsables de la película compensan este convencionalismo rodeando a Maud de otras suffragette que enriquecen el retrato colectivo: Helena Bonham-Carter encarna a una farmacéutica que cuenta con la complicidad de su marido, Anne-Marie Duff es la obrera aguerrida que gana a Maud para la causa, Romola Garai se pone en la piel de la esposa de un parlamentario y Natalie Press recrea el famoso episodio de la sufragette que murió arrollada por el caballo de carreras del rey tras abalanzarse sobre él en un derbi...

    Mientras que el film adolece de cierta flaqueza en su vertiente dramática, resulta más interesante en su aproximación general a la lucha de las sufragistas. La película detalla las peculiaridades de una represión policial ante una lucha femenina que abarcaban desde la clásica vigilancia y violencia en las calles hasta el hecho de convertir a los maridos en los primeros agentes represores. Al contrario de otro tipo de activistas, las sufragistas encontraban su principal oposición en sus propios hogares, entre algunos hombres dispuestos a ejercer su principio de autoridad legal para mantener el poder sobre sus esposas.

    Gavron se decanta por una puesta en escena más bien plana que, a través del uso recurrente del plano medio, intenta ante todo acercarnos a las tribulaciones de estas mujeres más que construir un fresco de vocación épica. La perspectiva feminista del film se manifiesta en el hecho de evitar exaltaciones de heroísmo individualistas y reivindicar por le contrario la vertiente obrera, colectiva y en femenino del movimiento. A pesar de la tibieza de su escritura cinematográfica, Sufragistas aporta su granito de arena en la recuperación de un episodio demasiado ignorado de nuestra Historia.

    A favor: resulta imposible no conectar con la historia de una de las luchas por la igualdad más vigentes y menos explicadas.

    En contra: ¿por qué el cine social de vocación mayoritaria tiene que estar reñido con la personalidad cinematográfica?

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