Viscosidad
por Gerard CasauCasi humanos tuvo su estreno mundial en el festival de Toronto de 2013, dentro de la sección Midnight Madness. Este espacio suele acoger la puesta de largo de algunos de los títulos más destacados de la temporada en lo que al cine fantástico se refiere; un escaparate de auténtico lujo, pero susceptible de proyectar unas expectativas desproporcionadas (incluso desde la perspectiva del desfase lúdico) para un filme de carácter modesto, casi artesanal, como es la ópera prima de Joe Begos.
Unas semanas después de la première, la película encontró su hábitat natural en Sitges, formando parte de Midnight X-Treme; espacio de resistencia de las manifestaciones más puras de la serie B (o Z). Eso y no otra cosa es Casi humanos: una orgullosa pieza de género, sin dobles sentidos ni aires de deconstrucción. Su tesis no es otra que la evocación de una manera de pergeñar el horror que mira directamente a la tan añorada década de los ochenta.
Sin embargo, Begos no enfoca su obra desde el comercio de la nostalgia magnificada a là Super 8, sino que se instala en un territorio cercano al del Ti West de The House of the Devil: la reproducción, tan meticulosa como poco espectacular, de un ambiente, un ritmo y unas texturas en desuso. Se reivindica así la potencia de un miedo palpable, físico, que pringue la mirada no con sangre digital, sino a través de purulentos FX de maquillajes. Todo con el simple objetivo de que esta historia de ultracuerpos viscosos se ajuste al recuerdo (¿distorsionado?) que tanto autor como espectador tienen de un tipo de cine que secuestraba nuestra atención mediante las llamativas cubiertas de gruesos VHS, convenientemente dispuestos en las estanterías de un videoclub.
A favor: Su defensa a ultranza del terror que se puede tocar.
En contra: Es posible que guste más por lo que evoca que por su propia entidad.