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    Donald Rumsfeld: Certezas desconocidas
    Críticas
    2,5
    Regular
    Donald Rumsfeld: Certezas desconocidas

    Rumsfeld autoencadenado

    por Daniel de Partearroyo

    Que dos de los mayores documentalistas estadounidenses de la historia del cine como son Frederick WisemanErrol Morris sigan en activo y entregando nuevos trabajos con gratificante puntualidad tras décadas de títulos imprescindibles es indudable motivo de celebración y obligatorio recordatorio de que sus nombres pertenecen a los puestos más altos del panteón cinéfilo. Sin embargo, al ver las últimas películas de ambos ha sido imposible no encontrar poco estimulantes signos de repetición o acomodamiento en unos esquemas y dispositivos de registro que ya habían llevado a lo más alto con anterioridad. Es lo que pasa con el enésimo retrato institucional de Wiseman en At Berkeley (2013) y lo que ocurre al afrontar Donald Rumsfeld: Certezas desconocidas como prolongación de anteriores trabajos de Morris. Su entrevista monográfica, Interrotron mediante, con el antiguo Secretario de Defensa de EE UU conecta tanto con la similar conversación que mantuvo con el también ex Secretario Robert S. McNamara en Rumores de guerra (2003) como, temáticamente, con el examen de las torturas de Abu Grhaib durante la última guerra de Irak en Standard Operating Procedure (2008).

    La siempre admirable voluntad de Morris es intentar no imponer su punto de vista durante el registro de materiales para la película, por lo que busca cierta aproximación a la objetividad dejando que su entrevistado se explaye con comodidad ante sus preguntas, nunca especialmente beligerantes. En cada respuesta, un embaucador sofista como Rumsfeld sigue previsiblemente su propio guión de confusión retórica y retorcimiento de significados con las palabras de un neolenguaje diseñado para favorecer sus intereses. Es entonces cuando el documentalista, al ordenar el material, señalará el uso tendencioso de ciertas palabras e incluso logrará que el propio Rumsfeld quede retratado en sus propios galimatías... sin que Morris oculte los momentos en los que él mismo pudo quedar enredado en el laberinto de su interlocutor.

    Aunque no aporte ningún dato sorprendente y simplemente corrobore que Rumsfeld no se arrepiente de ninguna decisión tomada durante la guerra de Irak, este retrato político con alto grado de reiteración al menos puede suponer un baño de realidad sobre el cinismo institucionalizado para ciertos espectadores. Ojalá entre el cine de no ficción español pudiéramos encontrar a algún realizador tan interesado en indagar la materialidad misma de las mentiras de nuestros representantes como la que demuestra en este caso Errol Morris. Aunque sus resultados no arrojen más texturas sobre lo ya iluminado, hay que celebrar su valiosa y saludable existencia.

    A favor: El dispositivo, dejando que sea el propio Rumsfeld quien quede enredado en sus palabras.

    En contra: El encuentro no se salda con ninguna revelación provechosa ni nada que el espectador familiarizado con las declaraciones públicas de Rumsfeld no supiera de antemano.

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