Imágenes meditadas
por Quim CasasLo menos destacable del debut del director brasileño Fernando Coimbra es su trama, ya que se crea una inquietud y una expectativa que no acaba de corresponderse con el desenlace. Lo mejor es su puesta en escena, que está siempre por encima de ciertos aspectos endebles de la historia. El lobo detrás de la puerta no es solo una película bien filmada: es un filme en que cada encuadre tiene sentido.
La historia es más simple de lo que parece. Una niña es secuestrada a la salida del colegio. El relato se desdobla en dos puntos de vista, el del padre de la pequeña y el de la posible secuestradora, una mujer joven que mantiene relaciones con el padre desde hace semanas. En el inicio del filme, la policía interroga a la maestra de la niña raptada, al padre, a la madre y a la amante, y cada uno de estos encuadres es ligeramente distinto en función de lo que van a representar los cuatro personajes en el drama: la profesora desaparece pronto y la madre reaparece en un momento decisivo de la explicación de la hipotética secuestradora, siendo el padre y su amante los auténticos constructores del relato.
Por otro lado, el estilo de filmación es más o menos agitado como corresponde a los tiempos modernos: la cámara siempre muy encima de los personajes, sin trípode, sin dejarles apenas respirar. Pero cuando se producen momentos o situaciones verdaderamente relevantes, el estilo varía y pasamos de un plano general a un primerísimo primer plano mediante un lento travelling de acercamiento, o bien al revés, de un primer plano a uno general mediante otro travelling de alejamiento que es, ante todo, respetuoso con el personaje y la situación.
No es, por supuesto, un estilo renovador ni radical: la moral de la cámara y la relación de esta con el personaje filmado la practicaron muy bien Yasujiro Ozu, Fritz Lang o Nicholas Ray mucho antes de que Jean-Luc Godard hiciera una de sus más célebres sentencias sobre el valor del travelling. Pero resulta gratificante ver como un director novel aplica unas reglas concisas a la hora de filmar su historia, sin fuegos de artificio, de manera muy coherente, estableciendo unas sencillas pero efectivas pautas de identificación. En eso, El lobo detrás de la puerta, filme también inquietante sobre la permisividad y la violencia en la sociedad brasileña, resulta excelente.
A favor: el sentido de la planificación y el clima distinto de tensión dramática.
En contra: el desenlace no es atropellado ni impostado, pero tampoco culmina las expectativas generadas.