Anne Igartiburu presenta en su sección del corazón light de invierno, suave, comedido, dulce, para nada irónico ni ofensivo, dejando fuera toda agria sagacidad, atrevida insolencia o desparpajo osado, la versión encantadora y acomodada de una actual "American beauty" que utiliza las redes y medios de comunicación actual, ya sabes, internet, whatsapp, facebook, twitter..., para reflejar la misma descomposición anímica, pérdida orientativa y desganada motivación que envuelve a hombres, mujeres y niños -bueno, ¡no tan niños!-, padres que pierden el rumbo, hijos que encuentran el suyo equivocado, equivocación de relación paterno-filial, confianza extraviada, seguridad huida, control escénico ante dudas personales, miedos agónicos, refugio en brazos extraños que no eliminan las carencias internas, estragos físicos que no desvanecen ausencia de estima propia, estima de elegir y abandonar, abandonar para hallar y ser encontrado, desavenencias de rectitud moral olvidadas temporalmente, tiempo para recomponer lo descompuesto, desecho y destrozo principio inevitable de nuevo forzoso comienzo..., toda una serie de tópicas situaciones chequeadas mil veces en relatos diversos, de estructura y formato cercano y familiar y una evolución conocida de antemano, sin gran riesgo a error, que no por ello estropean una visión indulgente, serena y fructífera que agrada con simpleza y se saborea con el placer y confort de anticipar los sobresaltos, torearlos con nimiedad y degustarlos con armonía, inteligencia y percepción de reconocer por dónde saldrán y dónde irán a parar, disfrutar con gracia acotada y sin gran peligro de una historia de familias descompuestas, con relaciones mal conformadas, de ausencia emocional y afectiva principalmente que intentan mantenerse unidas mientras hacen su vida y ésta decide, al margen de ellas, por donde transcurrirán sus pasos siguientes.
No me gusta valorar una película por trabajos anteriores del director, de nada sirve la genialidad pasada o torpeza fáctica realizada previamente pues, en cada filme de presente actual se tiene la oportunidad de mostrar, de cero, ese talento ya visto o aún no descubierto, acá, Jason Reitman, se relaja y protege con relatos breves, tibios, superfluos y sencillos de unidad familiar y existencia adolescente en el siglo de las telecomunicaciones que mantienen redes interconectadas por doquier en todo momento y de tan necesaria vitalidad, según las encuestas, como el respirar.
Actuaciones correctas y modestas, arreglo a la pretensión del filme en su conjunto, una banda sonora más apreciable y sentida y un guión que avanza con tranquilidad, sosiego y pausa, por camino seguro, sin romper la línea recta y evitando giros bruscos que dañen el destino apaciguado de idealizada vivencia sermoneadora en una tierra-hogar a la que cuidar y con la que apañarnos que, en la voz de Emma Thompson, es eco bello de profesora sabia que indica lo injusto condenable y lo justo a recompensar, sed buenos porque las malas acciones se pagan y los malos siempre van a la cárcel y tú, por supuesto, quieres ir al cielo aunque, si lo piensas bien, éste debe ser un muermo pues la gente divertida para pasarlo bien debe estar toda recluida en la fiesta de infierno que se cuece por abajo, ¿no?
Basada en una novela de Chad Kultgen, puedes verla como lectura de advertencia sobre los peligros del mundo virtual y las redes sociales con las que convivimos diariamente y donde volcamos todas nuestras inocentes emociones, soñadas esperanzas y deseos de gloria sin protección ni mira preventiva o, puedes, sencillamente, relajarte y acompañar, sin complicaciones cognitivas de postre a la cena servida, a cinco chavales de instituto cuyos padres nada saben de su tierna esencia y espíritu emprendedor, aceptar con moderación gustosa su previsible acontecer e idealizado final casa-de-la-pradera, donde todos encuentran esa mano amiga de ánimo y confianza en un devenir mejor y, cerrar, sin mayores problemas, su recuerdo nada imperecedero pues, los finales destartalados, caóticos y desmontados de locura frenética y estropicio de un nunca buscado happy ending son más propios de Almodovar, Bigas Luna, Julio Medem..., que de la moral norteamericana.
"Hombres, mujeres..." y viceversa, e hijos en la reserva sin duda, relaciones multidireccionales que se cruzan, colisionan, entorpecen, retroceden, fusionan, progresan, alimentan y evolucionan y que conforman nuestro mundo de amor, sentimientos y vida.